La Iglesia primitiva era enseñada de manera constante a conocer y afirmarse en la Gracia de Dios. No por nada esta palabra “Gracia” aparece prácticamente en todos los libros del Nuevo Testamento y era parte de la rubrica del apóstol Pablo.
La Gracia de Dios, que es un regalo inmerecido en su significado más simple, está presente en todo el universo, y el mundo entero recibe por gracia todo lo que tiene; no obstante, la Gracia para salvación solo le ha sido dada a la Iglesia, y se establece de forma resumida en la afirmación: “La salvación es del Señor” (Salmos 3.8; Jonas 2:9). Esta fuerte declaración significa que cada aspecto de la salvación del hombre proviene de Dios y depende totalmente de Dios. Lo único que aportamos nosotros a la obra de Dios es nuestro pecado que fue puesto sobre Jesucristo en la cruz. La obra completa de la Gracia salvadora que Dios nos da está perfectamente descrita por el apóstol Pablo cuando escribió: “Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. A Él sea la gloria para siempre” (Romanos 11:36). Esto quiere decir que la salvación es determinada por Dios, comprada por Dios, aplicada por Dios y asegurada en Dios. De principio a fin, la salvación es solo del Señor.
La Iglesia Bíblica a travez de la historia, resumió esta verdad en lo que se conoce como “Las Cinco Doctrinas de la Gracia” (TULIP por sus siglas en ingles) que son:
Depravación Total, Elección Incondicional, Expiación Limitada, Llamado Eficaz, y La Perseverancia de los Santos. Y como hicieron los antiguos, bien valdría la pena que indagáramos en la Biblia para conocerlas.
Estas verdades presentan al Dios trino como el autor de nuestra salvación de principio a fin. En perfecta unidad, las tres personas divinas hacen el trabajo que los pecadores destinados al infierno, quienes son completamente incapaces de salvarse a sí mismos, no pueden hacer. Cuando se comprende correctamente que solo Dios, Padre, Hijo, y Espíritu, salva a los pecadores, podemos vivir con paz y gozo, seguridad plena, motivación constante en nuestro caminar como hijos de Dios y, en consecuencia, toda la gloria es para Él.
“Acerca de esta salvación, los profetas que profetizaron de la gracia que vendría a vosotros, diligentemente inquirieron e indagaron...” 1 Pedro 1:10
