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17 Julio

La educación de Jesús

Written by  Raúl Pérez

“Y aconteció que después de tres días le hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que le oían estaban asombrados de su entendimiento y de sus respuestas [...] Y descendió con ellos y vino a Nazaret, y continuó sujeto a ellos. Y su madre atesoraba todas estas cosas en su corazón. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres.” Lucas 2:46-47, 51-52 

 

Muchos cristianos actualmente intentan separar la educación espiritual de la secular. Podrían citar con toda solemnidad y pompa: “Al césar lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Sin embargo, según el plan de nuestro Padre Celestial, el diseño de Dios es que sus hijos sean seres integrales: cada uno entero en todos los aspectos de su vida. De una sola pieza.

Cuando separamos educación cristiana de la secular caemos en el error de que nuestros hijos naveguen bajo dos criterios: por un lado, enseñamos a nuestros hijos a asumir una conducta y una postura en la iglesia y/o en nuestra casa y, por el otro, a comportarse de forma completamente distinta en la escuela, con sus amigos y compañeros del colegio, la mayoría de los cuales, no son nacidos de nuevo y no conocen, ni muchos menos viven los principios de Dios.

La vida de nuestro Señor Jesucristo nos muestra la manera en que los hijos deben ser educados. Sin lugar a dudas, Jesús fue educado en casa. Debemos atribuir su comportamiento entre los doctores de la ley a la educación recibida de sus padres, aquí en la Tierra, más que a sus atributos divinos. Recordemos que el vino a modelarnos en todo. ¿Porque podía relacionarse con los adultos a ese nivel? Sin duda, fue porque en casa aprendió el respeto y atención a sus mayores.

Lucas nos da cuenta de que Jesús estaba sujeto a sus padres: es decir, pasaba el tiempo y era enseñado por ellos, aprendió el oficio de José, estudiaba la palabra y oraba con sus padres y servía en su casa. Fue formado como hombre al calor del hogar. ¡Y qué hombre! ¡El varón perfecto! Siempre y en todo momento con sus padres, hasta el tiempo en que estaba preparado para desempeñar su ministerio. El Señor, cuya sabiduría es superior a cualquier conocimiento humano o angélico, ya había dispuesto de antemano que sus hijos fueran educados en casa. Con esta pandemia ha brotado nuevamente la verdad de que la única educación que funciona es la que se adquiere en el hogar.

Ahora, los padres a quienes Dios les ha concedido su sabiduría, están tutelando, preparando y capacitando a sus hijos no en la escuela, sino en el hogar.

En cambio, hay muchos padres, incluso cristianos, que carecen de dicha sabiduría y se encuentran desesperados en casa, sin saber qué hacer con sus hijos, esperando ansiosamente a que el gobierno autorice el regreso a las clases para enviar a sus hijos a que el Faraón de este mundo se los eduque, entretenga y pervierta.

Son tiempos de definición y, delante de Dios, todo padre de familia dará cuentas de sus hijos.

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