Es interesante que en el capítulo 16 de Romanos, Pablo comience su extensa lista de saludos haciendo mención de una mujer, Febe. A quien le reconoce su función como diaconisa dentro de la iglesia y su espíritu de servicio a favor de los demás.
Esto es una constante en el Nuevo Testamento, es decir, la presencia relevante de mujeres con amor a Dios que sirven al Señor dentro de la congregación. De hecho, tan solo en el mismo capítulo 16 de Romanos, aparecen elogiadas a lo menos 9 mujeres por sus aportaciones a la obra del evangelio.
Sin duda, el modelo de servicio de mujeres a Cristo surge precisamente de la historia de los evangelios donde nos narra que Jesús era seguido y apoyado por un grupo de mujeres donde destacaban a lo menos ocho de ellas (Lucas 8:2-3). Y el libro de los Hechos continúa esta constante donde muchas mujeres servían a la iglesia, destacándose la historia de Tabita, quien daba limosnas y confeccionaba ropa para los ministros.
Hoy, como al principio de la iglesia, y a través de la historia, hay mujeres que aman a Dios y le sirven con todo su corazón, no necesitan el impulso distorsionado de ideologías feministas para pedir o exigir posiciones o títulos dentro de la iglesia, sencillamente siguen el llamado natural que el Espíritu Santo hace dentro de ellas para bendecir a sus hermanos con sus dones y talentos. Hoy, como lo hizo Pablo en su carta a los Romanos, debemos reconocerlas y agradecer al Señor por todo el ejercito de mujeres, sin importar su edad, condición o situación, que oran, enseñan, evangelizan, administran, dirigen, organizan, supervisan, exhortan, consuelan, ofrendan... en fin, que sé levantan como colaboradoras de la iglesia a favor de Cristo y de la expansión del Evangelio.