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24 Julio

Los niños y el Evangelio

Written by  Alejandro Corzo

Jesús tuvo que dar una lección muy importante a los discípulos de la iglesia primitiva, y esta lección sigue vigente hasta nuestros días: No impidamos a los niños venir a Jesús.

Tristemente, a veces se nos olvida como iglesia, que los niños, los más pequeños, son parte de nosotros como pueblo de Dios; de hecho, ellos son la primera y más cercana tierra que tenemos para sembrar la buena semilla del Evangelio en el tierno, dócil y dispuesto terreno de sus corazones. Que importante es hablar con ellos la Palabra todos los días, leer un texto diariamente según su edad y compresión, orar brevemente mañana, tarde y noche, entonar un canto o himno y modelar en nuestra conducta, con la ayuda del Espíritu Santo una vida llena de libertad, gozo, alegría y paz.

La iglesia de la reforma acostumbra “catequizar” a sus hijos y a los niños en las iglesias, está palabra nos la han robado los religiosos, pero no se refiere a otra cosa sino a “instruir”. La Biblia dice en Lucas 1:4, que este escribió el Evangelio para su amigo Teófilo para catequizarlo (“katecheo” en el original griego). Así que la catequesis debe ser una práctica familiar donde de manera sistemática, constante y adecuada a las edades de cada niño o persona se les instruye en el Evangelio y en las doctrinas más importantes de nuestra fe como: Quién es Dios, la importancia de las Escrituras, sobre el pecado, la redención y la salvación, sobre la oración, la iglesia y la segunda venida de Cristo, por mencionar algunas.

No dejemos que la escuea dominical sustituya la instrucción de nuestros niños. No hagamos a nuestros niños miembros de segunda clase en nuestra congregación, pensando que es suficiente con llevarlos con nosotros a la iglesia y pensando que un par de horas con una maestra en un salón aparte contándoles algo acerca de la Biblia y de Cristo es suficiente para que ellos reciban a Cristo como su Señor, es valioso, pero no suficiente.

Jesús reprendió a sus discípulos por estorbar a los más pequeños a venir a Él y una manera de estorbarlos es nunca hablándoles o dedicando poco o nada de tiempo para instruirlos en el Señor. Nunca se es demasiado joven para comenzar a aprender de Dios y ser llevado a la salvación.

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