Jesucristo compara estar conectados con la vid con el hecho de dar fruto, y esto, sin duda nos habla de las obras que acompañan al arrepentimiento y que vienen después de la salvación. Somos salvos por el pan que vino del cielo, pero luego se espera que bebamos del vino que es Él mismo para producir obras dignas de arrepentimiento y que den gloria a Dios. Él es el vino y quiere que bebamos de Él todos los días.
No somos salvos por hacer buenas obras, sin embargo, el que ya es salvo, por cuanto está conectado a la vid, está llamado a hacer buenas obras, y estas serán también el resultado de Su gracia en nosotros por la intervención de Su Espíritu Santo.
El vino es comparado con el gozo del Espíritu Santo, por ello, en Pentecostés, al ser todos llenos del Espíritu, la gente pensó que estaban borrachos, por que se comportaban diferente, hablaban diferente; así la vid verdadera nos quiere conectar a Él para que vivamos una vida de consagración que se refleje en la diferencia que mostramos en nuestra manera de pensar, de hablar, de actuar, de decidir, etc.
La vid verdadera quiere llevarnos, por su Espíritu Santo, a una vida de fruto abundante para la gloria del Padre y para gozo y disfrute de nuestras propias vidas, mientras el día de estar con Él por la eternidad llega.
“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” Efesios 2:10
