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29 Septiembre

Lutero Esposo

Written by  Paulo C. Chaparro

"Tal es mi amado, tal es mi amigo."

– Cantares 5:16

En las primeras horas de una mañana de Pascua, doce monjas fugitivas se metieron en unos toneles de pescado y fueron sacadas clandestinamente de su convento. El asombroso héroe de esas religiosas era un monje renegado al que le habían escrito implorándole que las rescatara para que pudieran casarse y un día convertirse en madres. El escape fue una aventura atrevida y exitosa, y condujo a la más extraña amistad y su consecuente matrimonio. ¿El héroe? Martín Lutero.

A Lutero se le conoce ampliamente como uno de los líderes de la Reforma Protestante. Es una de las personas más importantes que ha existido en este mundo, y vivió desde 1473 a 1546 como contemporáneo de la imprenta, Copérnico, Enrique VIII, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Cristóbal Colón y Juan Calvino. Hijo de un minero del cobre, nació en Alemania, a unos doscientos kilómetros de Berlín.

Tras un poderoso encuentro con Dios en que casi lo golpea un rayo, Lutero se convirtió en sacerdote y monje. Eso le requirió hacer votos de pobreza, castidad y obediencia por el resto de su vida. Al examinar su propio pecado con feroz sinceridad y brillante mente legal, Lutero casi enloquece buscando hacerse justo ante los ojos del Señor, debido a un aterrador temor a Dios. Para eso experimentó incesante oración, ayuno severo que le produjo graves problemas intestinales, noches sin dormir, frío intenso y hasta flagelación del cuerpo en un esfuerzo por purgar su pecado.

Sin embargo, por la gracia divina, Lutero tuvo una revelación que cambió no solo su vida sino también las de muchos. Mientras estudiaba la Biblia se enteró de que la justicia es un regalo que Dios da por gracia mediante la fe en Jesucristo, no algo ganado o merecido por medio de actuación religiosa y moral humana.

Debido a la importancia del Martín Lutero teólogo, se le presta muy poca atención al Martín Lutero esposo; constantemente perfilada en el fondo de sus obras se encuentra la influencia siempre presente de su esposa, Katharina von Bora Lutero [conocida en español como Catalina de Bora].

Catalina nació el 29 de enero de 1499. Solo tenía seis años cuando su madre murió, por lo que fue enviada a un claustro benedictino para recibir educación. Aproximadamente a los nueve o diez años de edad se mudó a un convento, y a los dieciséis ya era monja. Al mismo tiempo, a kilómetros de distancia, Lutero empezaba a cuestionar la enseñanza de la Iglesia Católica en cuanto a que para honrar a Dios se prefería la soltería y el celibato por sobre el matrimonio.

Aunque nunca había tenido relaciones sexuales, Lutero comenzó a enseñar y escribir acerca del matrimonio según la Biblia, lo cual culminó en su folleto Sobre los votos monásticos, en que condenaba gran parte del estilo de vida monástico.

Entre los lectores del folleto de Lutero estaban Catalina y las demás monjas del convento, que anhelaban escapar, casarse y convertirse en madres. Así que le escribieron al monje renegado pidiéndole que las ayudara a huir. Hacer eso era una ofensa castigada con pena de muerte. No obstante, después de su rescate, tres de las monjas regresaron de inmediato a sus familias y las nueve restantes fueron llevadas al monasterio agustiniano de Lutero, en Wittenberg. Martín ayudó a seis de las monjas a encontrar un hogar, un esposo o un trabajo. A la larga todas las ex religiosas se casaron menos Catalina, cuya familia devotamente católica no la quiso de vuelta.

Lutero intentó varias veces sin éxito encontrar un esposo para la joven. Siendo esta una mujer muy audaz, llegó incluso a indicarle al monje que si no lograba conseguirle marido esperaba que él se ofreciera a casarse con ella. Pero Lutero no se casaba por varios motivos, entre ellos «porque todos los días esperaba la muerte decretada para un hereje» Y simplemente no quería casarse, diciendo: «Buen Dios… ¡ellos nunca me impondrán una esposa!»

Para sorpresa de todo el mundo, ocho años después de dejar el sacerdocio, el ex monje Martín se casó con la ex monja Catalina en los bosques de la Alemania rural, el 13 de junio de 1525. Uno de los motivos que Martín diera para este matrimonio fue mortificar al diablo, declaración que quizás es la menos romántica jamás formulada.

El matrimonio se convirtió en un escándalo público y podría decirse que fue el casorio más importante al margen de la Biblia en la historia del mundo. Ambos pusieron en marcha un modelo hacia la fe y la madurez cristiana mediante el matrimonio, el sexo y los hijos, por sobre la soltería y el celibato.

Quizás lo más curioso es que ese matrimonio no empezó con amor ni atracción, puesto que Catalina no era físicamente atractiva, sino más bien una mujer consagrada a los principios bíblicos y al servicio a Dios. Un biógrafo expresó: «Martín y Katie no se llevaban muy bien a causa de sus personalidades y temperamentos conflictivos». Sin duda, no estaban románticamente enamorados, y no hay evidencia de alguna clase de noviazgo que antecediera al matrimonio. Incluso Martín confesó después a sus amigos que de todas las monjas fugitivas, la que más le atraía era Eva von Schönfeld, mientras que la orgullosa y altiva Katie lo alejaba. «Nunca amé a Katie en ese entonces porque sospechaba que era orgullosa (y lo es), pero Dios quiso que yo tuviera compasión de una pobre chica abandonada».

Para empeorar las cosas, los críticos fueron despiadados. Un cuento popular de la época aseveraba que el anticristo nacería de las relaciones sexuales entre el cura y la monja, lo que produjo una atroz especulación respecto de cómo serían los hijos de la pareja. Y para fatalidad de Martín, Erasmo de Rotterdam extendió el perverso rumor de que se habían casado solamente porque Martín embarazó a Katie antes del matrimonio. Esa era una mentira que Lutero rechazó tres meses después, pero el daño a su reputación estaba hecho. Otro poderoso crítico expresó: «Tú sí que has pecado de veras… lujurioso noctámbulo en la recámara de una monja… Porfiado y desafiante miserable… atrapado en la red de la condenación eterna; permanece casado hasta que desciendas al inferno, como seguramente lo harás, donde, ¡oh brasa infernal!, te quemaras para siempre, y serás comido por el gusano que nunca muere».

Incluso a los amigos de Martín no les caía bien Catalina. Él indicó que muchos lloraron de dolor al enterarse del apresurado matrimonio.

Por sobre todo eso, la pareja vivió en gran pobreza y con gran responsabilidad. Tuvieron tres hijos y tres hijas durante sus primeros nueve años de matrimonio. Trágicamente, una de las chicas murió a los trece meses y otra a los trece años al cuidado de su devastado padre. De todas formas, Catalina fue una madre maravillosa y Martín un padre amoroso y divertido que pasaba sus noches tocando música para sus hijos e hijas y enseñándoles la Biblia, lo cual constituía una alegre y agradable diversión en medio de la agitada y estresante vida del hombre.

El antiguo monasterio de cuarenta habitaciones de Martín se convirtió en el hogar familiar, y Katie rápidamente se puso a trabajar limpiando el cuarto de soltero: tiró la cama de paja a la que Martín no le había cambiado sábanas en más de un año, decoró el hogar, plantó un huerto para tener alimentos frescos, cambió la dieta de Martín para cuidarle la salud y ayudarle a vencer su legendario problema de flatulencia, y cultivó hierbas, ya que ella era un poco naturópata. El hogar de Martín y Katie era un hervidero de actividad. De manera infatigable él estudiaba y publicaba a fin de impulsar la Reforma Protestante, predicaba y enseñaba, se afanaba por traducir toda la Biblia al alemán, y además viajaba y mantenía una vasta correspondencia con ministros de muchas naciones. Según parece Catalina se sentaba muchas veces con su esposo mientras él escribía cartas, porque a menudo incluían secciones relacionadas con lo que ella estaba haciendo al momento y los saludos que ella enviaba. El hogar era un hervidero constante de gente, hasta veinticinco personas llegaron a vivir con ellos en un momento determinado, por no hablar de los once huérfanos que albergaban. Las comidas allí alimentaban frecuentemente a más de un centenar de personas.

Según se dice, los primeros años de la pareja fueron incómodos, tal vez debido a que ninguno de los dos había pasado mucho tiempo en compañía del sexo opuesto durante su vida monástica. Martín informó que: «Katie solía sentarse a mi lado mientras yo estudiaba y, sin saber que decir, comenzaba a hacerme preguntas como: “Querido doctor, ¿es hermano del duque el primer ministro de Prusia”?» Algo que les ayudó a aprender a vivir enamorados fue la voluntad que tenían para hacer y recibir bromas. Se les conocía por su gran sinceridad entre sí, burlándose el uno del otro, como amigos. Por ejemplo, cuando uno de ellos empezaba a fastidiar, el otro comúnmente replicaba que quizás debería hacer una oracioncita antes de «predicar un sermón». En sus cartas, a menudo Martín le tomaba el pelo a su esposa, pero Catalina sin duda reaccionaba adecuadamente. El ex monje muchas veces luchó con la depresión severa, de la cual le era muy difícil salir. Pero su esposa hallaba maneras creativas de lograrlo, en una ocasión en que Martín regresaba a casa, ella lo recibió en la puerta vestida con un atuendo negro de duelo como si fuera una pobre viuda afligida. «¿Te estás yendo a un funeral?», pregunto él. «No –respondió ella-, pero ya que actúas como si Dios estuviera muerto, quiero unirme a ti en el duelo». ¡Lutero se recuperaba rápidamente!

A través de sus años viviendo juntos, la pareja forjó una verdadera amistad. Eso se observa fácilmente en las cartas que tenemos de Martín a su esposa. El título favorito que le daba era «Lord Katie». También la llamaba «querida costilla», «Sir Katie», «la emperatriz», «mi verdadero amor», «mi novia», y «regalo de Dios». En una declaración romántica que quizás apreciaría solamente la esposa de un teólogo, Martín se refería a su libro favorito de la Biblia, Gálatas, como «mi Catalina de Bora [sic]».

Cuando Martín padecía catarro, cálculos renales, estreñimiento, insomnio, mareos y un zumbido (más bien un trueno resonador) en la cabeza, Catalina le cuidaba de nuevo la salud. Cuando él caía en sus frecuentes ataques de depresión severa, ella lo abrazaba, oraba por él, lo consolaba y le leía la Biblia. La mujer manejaba la carreta, cuidaba los campos y jardines de la familia, compraba y engordaba ganado, fabricaba cerveza, alquilaba caballos, vendía ropa, ayudaba a Martín en sus escritos, preparaba alimentos, mantenía la casa, criaba hijos, hospedaba huéspedes y, a menudo, despertaba a las cuatro de la mañana y trabajaba hasta las nueve de la noche. Trabajaba tan increíblemente duro que muchas veces Martín debía recomendarle que descansara, y hasta le ofrecía pagarle con el fin de que se sentara a leer la Biblia. Al parecer Catalina tenía una mente teológica aguda, por eso se reunía a menudo con Martín y los teólogos que lo visitaban para discutir y debatir asuntos teológicos… algo extraño para una mujer de la época.

La ternura con que Martín hablaba de su esposa aumentó a lo largo del matrimonio, por lo que escribió: «Soy un esposo feliz y ojalá Dios siga enviándome felicidad por parte de la más benévola de las mujeres, la mejor de las esposas». En sus enseñanzas anteriores Lutero presentaba al matrimonio esencialmente como una clase de mal necesario para evitar la tentación sexual. Sin embargo, a medida que progresaba su relación marital con Catalina, maduraba también la perspectiva del ex monje, como lo sugiere esta clase de afirmación: «El mayor regalo de gracia que un hombre puede tener es una esposa piadosa, temerosa de Dios y que ame el hogar, a quien él le pueda confiar todos sus bienes, su cuerpo y la vida misma, además de tenerla como madre de sus hijos».

Después de predicar el que sería su último sermón, Martín murió a los sesenta y dos años de edad, aunque lejos de su amada Katie. En su testamento declaró: «Mi Catalina ha sido siempre para mí una esposa tierna, piadosa y fiel que me ha amado de manera entrañable».

Fuente: Mark y Grace Driscoll (2012). Matrimonio real: La verdad acerca del sexo, la amistad y la vida juntos. Cap.2 (Spanish Edition) Editorial: Grupo Nelson.

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