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30 Junio

Los Puritanos y la Sola Scriptura

Written by  Juan Rosales

Antecedentes del Puritanismo

Los Puritanos fueron una singular comunidad de cristianos que floreció en Inglaterra durante los siglos XVI y XVII, que entendió a plenitud que el propósito de la vida cristiana consistía en llevar a la práctica la Palabra de Dios en todos los ámbitos de su vida. 

Fue el rey Enrique VIII (1509-47) quien, en el contexto de la Reforma protestante, separó a Inglaterra de la autoridad de la Iglesia romana, dando origen al anglicanismo. El 3 de noviembre de 1534 promulgó el Acta de Supremacía, declarándose como la suprema y única cabeza en la tierra de la Iglesia anglicana. Con la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, el rey Enrique VIII y el Parlamento inglés separaron la Iglesia anglicana de Roma en 1536, adoptando la doctrina calvinista. El conjunto de reformas que Enrique VIII llevo a cabo incluyeron la expropiación de las posesiones de la Iglesia, la eliminación del poder papal, la expulsión de las autoridades eclesiásticas hostiles y la confiscación de las tierras de la Iglesia, que fueron vendidas a la pequeña nobleza consiguiendo así su apoyo.

Sin embargo, hubo un retroceso cuando María Tudor, católica, se convirtió en reina de Inglaterra en 1553. Asesorada por el cardenal Reginald Pole restauró el catolicismo en 1554, llegó a ser conocida como Mary bloody debido a que en 1555 intensificó la persecución de los protestantes, siendo asesinados trescientos de los más fervientes ministros, entre los cuales se encontraba el arzobispo de Canterbury, Thomas Cranmer y los obispos Latimer y Ridley. Ochocientos protestantes huyeron al continente, a ciudades como Ginebra o Fráncfort, donde absorbieron los principios doctrinales de los reformadores continentales.

La doctrina religiosa de la iglesia anglicana aceptaba que la Biblia era la única fuente de verdad y la fe como único medio de justificación del pecado. En 1558 Isabel I ascendió al trono inglés y estableció el «Acuerdo reformado Isabelino». Sin embargo, los puritanos estaban a favor de una reforma religiosa más profunda que contribuyera a la eliminación de los residuos del catolicismo y la “purificación” de la Iglesia de Inglaterra mediante la práctica de la liturgia calvinista como medio para desarrollar una vida cristiana guiada y reformada completamente por la Palabra de Dios.

En 1570 Isabel I fue excomulgada por el Papa Pío V, y muere en 1603 sin dejar heredero, designando como su sucesor a Jacobo I, hijo de María Estuardo, que ya gobernaba en Escocia, y que escribió cuatro libros en los que demostraba que el rey era responsable de hacer la voluntad de Dios en la tierra y, sobre todo, estaba por encima de la ley. Los puritanos confrontaron a Jacobo I exigiendo la reforma de la Iglesia Anglicana, con la eliminación de los rituales, mientras que la pequeña burguesía exigía más influencia política. El rey amenazó con expulsarlos del país, señalando que el presbiterianismo “armonizaba tanto con la monarquía como Dios con el diablo”. Jacobo I endureció su forma de gobierno, reafirmando su derecho divino a gobernar, por lo que permaneció hasta su muerte en el trono sin ningún cambio en la teoría de la ley divina.

En 1625, Carlos I (1600-1649), opositor de los puritanos, fue coronado rey. En 1628, William Laud se convirtió en obispo de Londres, y en 1633 fue nombrado arzobispo de Canterbury adoptando severas medidas para eliminar la disidencia de la Iglesia Anglicana. Buscó instituir prácticas ceremoniales consideradas “papistas” por los puritanos, aparte de ignorar la justificación por la fe, a causa de su énfasis arminiano, oprimiendo violentamente a los puritanos y forzándolos a emigrar a América.

Con la ayuda y apoyo de los escoceses, las fuerzas parlamentarias derrocaron al rey Carlos I, quien fue decapitado en 1649. El comandante victorioso, Oliver Cromwell, asumió el gobierno. Sin embargo, en 1660, Carlos II subió al trono y restauró el episcopado en la Iglesia de Inglaterra, lo cual propició una nueva etapa de persecuciones en contra de los presbiterianos. En Escocia, la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana adoptó los 

Patrones de Westminster después de ser aprobados, dejando de lado sus propios documentos de doctrina, liturgia y gobierno que databan de la época de John Knox.

Principios de la teología Calvinista

El movimiento puritano siguió los principios de la teología calvinista, cuya contribución principal consistió en defender la autoridad de Dios sobre todas las cosas, la salvación solo por la fe y la doble predestinación, según la cual desde la Creación Dios ha predeterminado quiénes se salvarán y quiénes serán condenados, y que, así como Dios eligió a unos para salvación, también predestinó a otros para reprobación y que éstos sufrieran las crueldades del infierno. Entre los principios del calvinismo destacan los siguientes puntos:

  • Rechaza la autoridad del papa sobre los cristianos.
  • Considera a la Biblia como la única fuente de autoridad, fe y conducta para los creyentes. Dios no justifica al ser humano por sus obras de bondad ni de caridad, sino solo por su fe.
  • Concibe a Dios como creador, preservador y gobernador de todo lo que hay en el mundo.
  • Sostiene que las personas son incapaces de salvarse a sí mismas, por lo que se hace necesaria la gracia soberana de Dios para transformar la naturaleza humana, a la cual concibe como incapaz, corrupta y depravada. De este modo, la salvación es una gracia, un don de Dios.
  • Nuestro Señor Jesucristo es considerado el único mediador que hace posible la salvación por su sacrificio en la cruz.
  • Se acepta la doctrina de la Trinidad y se declara que los sacramentos del bautismo y la Santa Cena son los únicos instituidos por nuestro Señor Jesucristo.
  • Se rechaza la veneración de las imágenes de los santos.
  • Asimismo, se considera a los sacerdotes como administradores de los sacramentos, pero no como mediadores entre Dios y los creyentes.
  • Se concede suma importancia al concepto de piedad, sustentado en el pasaje de 1a de Timoteo 4:7-8, que dice “Ejercítate para la piedad; porque el ejercicio corporal para nada es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera”. El concepto de la piedad está asociado con el conocimiento de Dios, y hace referencia a actitudes y acciones correctas centradas en la adoración y servicio de Dios, e incluye el conocimiento verdadero, la adoración sincera, la fe salvífica, el temor filial, la sumisión devota y el amor reverencial.

Para Calvino, el fin último y supremo de la piedad, al igual que el de toda la vida cristiana, debe ser la gloria de Dios, Soli Deo Gloria; y esa glorificación se manifiesta en la obediencia a Su Palabra, Sola Scriptura. La obediencia significa refugiarse en Cristo para el perdón de nuestros pecados, conocerlo a través de Su Palabra, servirle con un corazón de amor, hacer buenas obras en gratitud a su bondad y ejercitar la abnegación al punto de amar a nuestros enemigos. El Espíritu Santo es el sagrado vínculo que une al creyente con Cristo, y el medio por el cual Cristo se comunica con el creyente, lo que le permite ser vivificado de la muerte y ser una nueva criatura. Cuando el creyente ejercita el don de la piedad está manifestando que el Espíritu de nuestro Señor Jesucristo está operando en su ser.

Dogmas de los Puritanos

La teología puritana sostiene que el individuo es reformado por la gracia de Dios, por el otorgamiento de su favor inmerecido. Cada persona, a la que Dios mostraba misericordia, debía comprender su propia falta de valor y confiar en que el perdón que está en Cristo le había sido otorgado, por lo que, en gratitud, debía desarrollar una vida de humildad y obediencia. Asimismo, otro punto que merece ser destacado es la influencia del calvinismo en el trabajo y en la vida familiar puritana, lo cual se vio reflejado en la actitud cristiana de los padres de familia, que se mostraban fiel y profundamente comprometidos en la enseñanza de las Escrituras a sus hijos y en servir como pastores en sus hogares. De la misma manera, los puritanos consideraban que no debía existir ninguna división entre la vida sagrada y la secular, ya que todo su trabajo debería realizarse para la gloria de Dios. El trabajo duro constituyó para los puritanos una parte central de la vida cristiana.

Los teólogos puritanos desarrollaron una sólida teología cristiana. Elaboraron la doctrina de Dios, de su gloria, de su soberanía y de su Santidad y justicia, nunca desligada de Su amor infinito. Tanto sus escritos como sus oraciones muestran una visión de Dios profundamente arraigada a su majestad. Juan Calvino consideraba que la oración constituye el principal y perpetuo ejercicio de la fe y el elemento primordial de la piedad. Él indicó que la correcta oración debe cumplir con los siguientes requisitos: un sincero sentido de reverencia; un sentido de necesidad y arrepentimiento; una renuncia a toda confianza en uno mismo, una humilde petición de perdón y una esperanza segura. Los puritanos entendieron también que la verdadera adoración que es agradable a Dios toma como fundamento las Sagradas Escrituras, por lo que siempre buscaron en la Biblia las respuestas a la verdadera naturaleza, misión y práctica de la Iglesia, y en el proceso edificaron congregaciones con una elevada madurez espiritual y un sólido conocimiento de la Sola Scriptura.

Algo digno de ser mencionado es el hecho de que los teólogos puritanos fueron los primeros en desarrollar la doctrina CristocéntricaPara ellos, la vida y toda la enseñanza cristiana deberían estar centradas en Jesús. A este respecto, resulta relevante la aseveración hecha por Thomas Adams (1583-1652) en el sentido de que “Cristo es la suma de toda la Biblia, profetizado, tipificado, prefigurado, exhibido, demostrado, para ser encontrado en cada página, casi en cada línea, de las Escrituras." Esta afirmación por parte de uno de los principales defensores del puritanismo constituye un ejemplo del carácter distintivo de los puritanos y de su búsqueda apasionada de vivir una vida Cristocéntrica reformada completamente por la Palabra de Dios.

Resulta admirable conocer esta forma de pensamiento puritano, ya que fue verdaderamente notable y adelantada para su tiempo, y más si la comparamos con algunos problemas que se registran en la mayoría de las iglesias de hoy, tales como la excesiva predicación centrada en el hombre, la falta de centralidad en Cristo en la exposición de la Palabra, la escasa confrontación sobre el pecado y, sobre todo, la forma en la que la Iglesia de hoy ha perdido de vista quién es Dios realmente.

Otro aporte que el puritanismo deja para nuestros días consiste en que no se puede desligar la Palabra de Dios de la visión, la misión y la labor diaria de la Iglesia. Siempre que la iglesia imita modelos laicos para su estructura, funcionamiento y cumplimiento de la misión, termina pareciéndose más a los modelos seculares que al modelo contenido en la Biblia. Por este motivo, es conveniente reflexionar y tomar siempre en cuenta la forma en que los puritanos cuidaron en ver reflejada su vida y la de la Iglesia en las Sagradas Escrituras. A este respecto, el Pastor Miguel Núñez (12 sep 2017) nos menciona que el legado del movimiento puritano se hace más relevante hoy en día cada vez que la Iglesia quita su mirada de Cristo y pierde de vista la centralidad de las Escrituras, tal como está sucediendo de diversas maneras en muchas iglesias, las cuales hacen uso de la publicidad y mercadotecnia para presentar erróneamente al Evangelio como un producto y los “beneficios” que aporta. Núñez recalca que pastores como Peter Wagner (1930-2016) reconocido entre algunos sectores de las iglesias evangélicas como una autoridad en los campos del “Crecimiento de la Iglesia” y de la “Guerra espiritual” y por su redefinición del rol de los “apóstoles y profetas” en la iglesia contemporánea, se han apartado del verdadero propósito del mensaje del Evangelio, por lo que han renunciado a la inerrancia bíblica (que afirma que Biblia por ser inspiración divina está excluida de errores) en favor del uso de las ciencias sociales, como la sociología y la sicología.

La influencia puritana también se vio reflejada en su tiempo en la Confesión de Fe de Westminster, la cual constituye un breve resumen teológico apologético del credo cristiano protestante calvinista promulgado en 1646. Sus reuniones, llevadas a cabo a lo largo de cinco años, produjeron la confesión de fe, así como un Catecismo Mayor y un Catecismo Menor. La Confesión de Fe de Westminster refleja la ortodoxia doctrinal de las Iglesias Reformadas nacidas del movimiento calvinista en Gran Bretaña, cuyas raíces históricas están en la doctrina expuesta por Juan Calvino durante el siglo XVI en Ginebra, Suiza. A este respecto, J.I. Packer señala que “esta confesión de fe fue producto de un pueblo único, de hombres y mujeres que vivieron una vida tan santa, que fueron ridiculizados por sus enemigos con el sobrenombre de  ́puritanos ́”.

El Principio de la Sola Scriptura

Para comprender en qué consiste la Sola Scriptura, será necesario remitirnos al movimiento de Reforma iniciado por Martín Lutero en el siglo XIV. El 31 de octubre de 1517, este monje alemán pegó un documento escrito en latín en la puerta de la Iglesia del castillo, en la ciudad de Wittenberg, que contenía 95 tesis condenando el abuso de la venta de indulgencias. El contenido del documento provocó fuertes cambios en toda Europa y modificó para siempre el curso de la historia, ya que terminó convirtiéndose en un movimiento de retorno a las Escrituras para purificar a la iglesia cristiana de las tradiciones humanas que habían oscurecido el mensaje del Evangelio durante la Edad Media.

El principio de Sola Scriptura significa Solo por la Escritura, y proclama que la Biblia es la autoridad final o el tribunal de última apelación en todo lo que afirma o implica. Es la fuente divina de la cual se deriva toda teología, doctrina y práctica religiosa aceptable para Dios. Es absolutamente inerrante en los documentos originales, infalible, exhalada por Dios, y única fuente de fe y conducta para el verdadero creyente. Esta definición de la Sola Scriptura encuentra sustento en el pasaje del Nuevo testamento que señala que “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16-17). ́

Donde la Biblia enseña una doctrina o reporta un evento, obliga a nuestras conciencias a sostenerla para la verdad. Cuando manda una actitud, afecto o acción, obliga a nuestras conciencias a obedecer. Este fue un principio que los reformadores desarrollaron junto con el principio de Sacra Scriptura Sui Ipsius Interpres, que significa que las Sagradas Escrituras son su propio intérprete. El Espíritu Santo, que inspiró la Palabra, ilumina la mente del creyente para encontrar en la Palabra misma el significado de aquello que Dios quiso comunicar. A este respecto, el apóstol Pedro, por dirección del Espíritu Santo, enseñó lo siguiente: “Pero ante todo sabed esto, que ninguna profecía de la Escritura es asunto de interpretación personal, pues ninguna profecía fue dada jamás por un acto de voluntad humana, sino que hombres inspirados por el Espíritu Santo hablaron de parte de Dios” (2 Pedro 1: 20-21).

La veracidad inerrante de la Escritura

El término inerrante significa “sin error” y veracidad significa “confiabilidad”, lo cual indica que la Biblia no declara nada contrario a lo que es verdadero y real, y todo lo que declara es fiel y exacto, porque es la Palabra de Dios. La Escritura es la única fuente escrita que contiene la autoridad de Dios mismo, que tiene la autoridad para obligar a nuestras conciencias de manera absoluta. En 1978, líderes evangélicos de diferentes denominaciones se reunieron en Chicago para el Consejo Internacional de Inerrancia Bíblica con el propósito de contrarrestar los ataques a esta doctrina desde dentro del evangelismo. Al término de su reunión, emitieron una declaración que afirmaba que Dios es la Verdad Misma y dice sólo la verdad, y que la Biblia es la Palabra de Dios. La verdad absoluta de la Escritura halla sustento pleno y absoluto en la declaración de nuestro Señor Jesucristo, cuando le dice al Padre: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:17). Por lo tanto, cada palabra de la Biblia es la Palabra de Dios. El Espíritu Santo movió a los varones de Dios a comunicar exactamente lo que él quería (2 P 1:20-21), inspirando sus pensamientos y dándoles las palabras específicas que deberían de usar. De este modo, las palabras del escritor son las palabras del Señor, y así lo declara Jeremías 1:9: “Y extendió Jehová su mano y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu boca.”

La Escritura es la revelación de Dios

La revelación es un acto de la gracia soberana de Dios, que permite a los hombres conocer la verdad divina oculta que no pueden descubrir por sí mismos. La obra de revelación especial de Dios posee un carácter triunitario, en donde el Padre envía al Hijo con amor divino y da el Espíritu para equipar al Hijo para su obra. El Hijo habla las palabras del Padre y obra por el poder del Espíritu, quien lo acompaña para cumplir la voluntad del Padre. El Hijo es el único Mediador de la revelación divina. El Padre es el autor soberano de la revelación divina en el Hijo. El Espíritu  Santo es el agente eficaz de la revelación divina en el Hijo.

Todo lo anterior constata que ninguna profecía o ninguna de las enseñanzas de la Palabra llegaron a nosotros como consecuencia de una intención, deseo o proyecto humano. El hombre no decidió tener una revelación de Dios ni se la pidió a Dios o la descubrió en su sabiduría. La revelación que tenemos hoy en la naturaleza y en las Escrituras procede de la voluntad de Dios, que tiene la autoridad para demandar sometimiento al verdadero creyente.

La Escritura es inspirada por el Espíritu Santo

La Biblia dice de sí misma en 2 de Timoteo 3:16: “Toda la Escritura es inspirada por Dios y es útil para reprender y enseñar, para corregir e instruir en justicia y rectitud”. El pastor Miguel Núñez (12 de septiembre de 2017) señala que este pasaje confirma que la Biblia es inerrante ya que Dios fue el que la creó, por lo cual todo su contenido nos otorga salvación y vida eterna. Indica que los autores solo fueron los instrumentos en la mano de Dios, que cuando hablaron lo hicieron de parte de Él, siendo inspirados por el Espíritu Santo, quien ejerció una influencia directa e íntima sobre las facultades de ellos, de modo que sólo el Espíritu Santo concibió interiormente y comunicó exteriormente la Palabra de Dios. De igual manera, el Espíritu Santo guía hoy en día a los discípulos de Cristo hacia la verdad a través de su obra de inspiración realizada en los escritos de los apóstoles y profetas del Nuevo Testamento.

De igual manera, la Palabra misma se protege cuando declara: “Yo testifico a todos los que oyen las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añade a ellas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro; y si alguno quita de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa descritos en este libro.” (Apocalipsis 22:18-19).

Los detractores de la inerrancia le atribuyen a ésta misma un carácter parcial, indicando que, en materia de fe y redención del hombre, la Biblia es infalible, pero en cuestiones de filosofía, ciencia e historia, la Biblia pierde su inerrancia. Esta inerrancia parcial, prosigue Núñez, representa un intento humano de querer unir la razón con la fe, o la revelación con la ciencia. Dios en su sabiduría aprueba que usemos la razón, pero desaprueba que sea colocada por encima de la fe.

El aceptar que solo algunas porciones de la Biblia son infalibles se estaría propiciando la predicación de un evangelio erróneo, distorsionado e indulgente, al igual que se estaría transmitiendo la Palabra de Dios, de acuerdo con la conveniencia e intereses personales. Esto ha provocado que, en gran parte de las iglesias cristiana, hoy sólo se predique parte del consejo de Dios; aquello que conviene al hombre escuchar y lo que los oídos carnales quieren oír, ignorando así la centralidad de Cristo en la exposición de la Palabra, y dando escasa confrontación sobre el pecado. Este seudocristianismo ha provocado la proliferación de la mentira y el engaño en diversas partes del mundo por parte de falsos ministros de Dios. Y esto se debe a que gran parte de las iglesias cristianas han optado por predicar un evangelio diluido e ignorar el principio de autoridad de Sola Scriptura. No toman en cuenta que, cuando la Palabra de Dios no constituye la única fuente de autoridad en materia de fe y práctica, los creyentes dejan de darle toda la honra que se merece nuestro Señor Jesucristo (como los testigos de Jehová y los mormones, sectas que no creen en Cristo como Dios) o terminan agregando, además de Cristo, otros intermediarios como lo hacen la iglesia católica, la mormona y la secta de la Luz del Mundo. En otros casos, la falta del principio de Sola Scriptura también ha propiciado que entren a la iglesia cristiana gran cantidad de materiales de enseñanza que corresponden a doctrinas extrabíblicas provenientes de supuestas revelaciones, sueños y visiones.

De ahí el valor incalculable del principio de Sola Escritura que recuperaron los puritanos y que protege la verdad de Dios y la gloria de Dios.

Conclusiones:

Los puritanos, incluyendo teólogos y creyentes en general, formaron parte de un pueblo escogido que, por iluminación y revelación especial expusieron y practicaron en su vida diaria los principios contenidos en la Sagrada Escritura. Sabiamente consideraron que no debería existir ninguna división entre la vida sagrada y la secular, ya que todo trabajo era realizado para la gloria de Dios. De esta manera, podemos observar que ellos:

 1. Entendieron plenamente la doctrina cristocéntrica, donde nuestro Señor Jesucristo constituye el centro y la razón de ser de sus vidas.

  1. Fueron un pueblo cristiano de tiempo completo, que no solo se comportaba como tal en sus reuniones de servicio, sino que se esforzaban por ser verdaderos discípulos de nuestro Señor Jesucristo, manifestando también una vida de amor y piedad genuinos fuera de la iglesia.

  2. Buscaban constantemente una vida de santidad y sacrificio, como fue el caso de John Bunyan que estuvo dispuesto a pasar trece años en la cárcel, siendo su único delito: predicar el evangelio, en un tiempo en que la iglesia anglicana lo prohibía.

  3. Tenían la firme e inamovible convicción de que la Sola Scriptura, la Biblia, era inspirada por Dios, lo que les permitió entender que la verdadera vida cristiana siempre toma como fundamento las Sagradas Escrituras, proclamándolas autoridad final en todo asunto interno y externo de la iglesia, lo que les permitió buscar en la Biblia las respuestas a la verdadera naturaleza, misión y práctica de la Iglesia.

El alto grado de relación del pueblo puritano con la Sola Scriptura nos debe de invitar hoy en día a:

  • Rectificar y mejorar nuestro caminar en el Evangelio eterno de Salvación.

  • Tener siempre presente que la Palabra de Dios es la autoridad máxima y absoluta para dar solución y respuesta a toda duda o pregunta eclesiástica o secular.

  • Valorar más la Gracia de Dios recibida, a efecto de vivir verdaderamente una vida Cristocéntrica que dé gloria a Dios en todo momento y evite toda duda, tibieza, enfriamiento o alejamiento del Camino de Dios.

La relación puritanos-Sola Scriptura nos debe impulsar a reconocer la vigencia eterna que posee el principio de la Palabra de Dios, que es el fundamento de autoridad sobrenatural, veracidad, suficiencia, claridad, eficacia y unidad en Cristo.

 

Fuentes de consulta (Bibliográficas y Cibergráficas):

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