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02 Julio

La inerrancia de las Sagradas Escrituras

Written by  Flor Jiménez

Dios es perfecto y no crea nada imperfecto

Los manuscritos originales de la Biblia fueron inspirados por Dios y no presentan error alguno. Sus detractores han buscado a toda costa desestimar el valor incalculable de la Palabra de Dios, en detrimento de la fe y confianza de los fieles, pero sus estudiosos, los teólogos reformistas, han sentado fundamentos sólidos para preservar y salvaguardar la pureza de la voz escrita de Dios.

“Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta”

Números 23:19 

Introducción

Después de mas de 20 siglos de historia, todavía se hace necesario presentar argumentos a favor de la inerrancia de las Sagradas Escrituras, bajo la tesis de que un Dios creador que todo lo hace perfecto, no puede producir una obra errónea o distorsionada, como la Biblia; y además, si la versión original de la Biblia es la Palabra inspirada por Dios, el Dios que no se equivoca y jamás miente, como los hombres corruptos, no es susceptible de ningún tipo de error en su contenido, simplemente porque toda la Escritura es acorde a la verdad.

El las siguientes líneas se conceptualiza a la teología sistemática y a la bibliología como disciplinas que permiten acercarnos a la naturaleza de Dios y a la comprensión de una de sus creaciones: el Libro de los libros. Enseguida, se aclara cuál es la constitución del canon bíblico, seguido de una breve explicación de cómo fue que Dios inspiró las Escrituras; además, se muestra, al Dios que no miente, en contraste con el siguiente apartado, que expone al hombre corrompido, que todo lo contamina y por eso intenta restar crédito a la verdad de Dios. Después se ofrecen argumentos de diversos teólogos sobre la inerrancia bíblica. Finalmente, se encuentran algunas líneas para proseguir el estudio de la Biblia como la principal herramienta para conocer al Dios vivo, para amarlo y sujetarnos a Él, en obediencia a lo que dice la misma Biblia en Jeremías 9:24 “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová”.

Teología Sistemática

Un cristiano interesado en comprender con mayor precisión los temas inherentes a Dios, debe estudiar la sana doctrina heredada a quienes nos concebimos hijos del Dios Vivo; por tanto, se aconseja recurrir a la teología, pero ¿Qué es la teología? El término teología proviene del griego theologia que, como dicen los ministros Beeke y Smalley (2019) “significa Palabras o discurso sobre Dios” (p.36). A su vez, al citar a Agustín de Hipona, vemos que este fraile concibió a la teología como “un relato y explicación de la naturaleza divina” (p.36) y esto es extraordinario, porque siendo así, se puede entender que la teología proporciona herramientas para aproximarnos al conocimiento de los atributos y la actuación de Dios, indispensables para la transformación de la vida del creyente.

Por su parte, el Diccionario Enciclopédico Santillana indica que teología es el “Estudio de Dios y conocimiento que el hombre puede alcanzar de su obra y naturaleza a través de la revelación, por una parte, y de la razón por otra”. Sin embargo, el compromiso principal de la teología es encontrar y sostener la verdad sobre la relación entre Dios y el hombre, presente en los escritos bíblicos. El hermano John Piper (2015) en su libro Cinco Puntos, refiere “Mi experiencia es que tener un claro conocimiento de Dios que proceda de la Biblia es la leña que conserva el fuego del amor de Dios” (p.8).Es decir, que cuando la teología analiza la verdad bíblica y la da a conocer, se convierte en un poderoso propulsor de la doctrina sana para evitar, con la ayuda del Espíritu Santo, que los redimidos por Dios se separen de su creador y salvador y por ello debe ofrecer argumentos contra las ideas detractoras a la Palabra de Dios que pueden “engañar aún a los escogidos” (Mateo 24:24).

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo destaca el papel de la sana doctrina para uso de los seguidores de Cristo, pero también para sus opositores en Tito 1:9 le habla a este discípulo “retenedor de la Palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”. Esta sentencia de Pablo invita a tener presente la Palabra para sí mismo y para retransmitirla de manera sana y persuadir aun a quienes se contraponen a lo dicho en las Sagradas Escrituras.

Es fundamental estudiar la doctrina de Dios, porque regularmente no todos hacemos un ejercicio cuidadoso de la disciplina intelectual y espiritual llamada teología a fin de analizar las doctrinas apreciadas por la iglesia en su conjunto y que sostienen la fe cristiana. Así puede verse que la necesidad de hacer teología nace principalmente del requerimiento humano de realizar un estudio minucioso sobre Dios, para conocerlo más. Por esta razón, Beeke y Smalley, (2019) refieren que, ante la "pregunta ¿por qué hacemos teología? la respuesta debe ser, porque "Dios ha hablado" y esta reflexión tiene sentido, porque Dios decidió darse a conocer a Su pueblo, a través de Su Palabra, es decir, a través de la Biblia: La Palabra escrita de Dios.

Si bien, existen diversas ramas de la teología, por el momento el interés radica en incursionar en la teología sistemática que, según Beeke y Smalley (2019), tiene como propósitos “construir la iglesia en su cosmovisión, defender la fe, promover la verdad, oponerse al error, establecer un sistema de moral y ética y guiar a los pastores en su obra” (p.45). Y esta función de la teología sistemática es por demás interesante para encontrar fundamentos que permitan afirmarnos en la fe y diluir la argumentación equívoca de los detractores de la Santa Palabra de Dios.

A su vez, existe una teología reformada, relativa a los estudiosos que protestaron contra las desviaciones de la Iglesia católica. Aunque Sproul (2019) aclara porqué la teología de los reformadores es sistemática “La teología sistemática como disciplina recibe ese nombre porque busca comprender la doctrina de una manera coherente y unificada” (p.23).

Bibliología

Como una rama de la teología, y para hacer un enfoque directo hacia el estudio de la Biblia, se creó una disciplina específica llamada Bibliología, y como dice el Dr. Isaías Godoy (n.d.), en sus apuntes notamos que dicha Palabra se podría interpretar como “la doctrina de la Palabra de Dios.”. El mismo Dr. Godoy, encontró en Ortega que, desde una mirada técnica, la bibliología no es otra cosa que el “Estudio general de algún libro, especialmente en el aspecto histórico y técnico.”. Por tanto, se puede entender que la bibliología servirá para estudiar cualquier tipo de libro. Con mayor razón, en la teología sistemática. Entonces, la bibliología es de gran utilidad para el estudio o análisis de la Biblia como el Libro más conocido e influyente a través del tiempo.

A tal nivel llega la penetración de la Biblia en la humanidad que, de acuerdo con el ranking de libros más vendidos o difundidos de la historia, la Biblia ocupa el primer lugar, seguido por otros de menor trascendencia “En sus diferentes ediciones e idiomas se estima que el texto sagrado del cristianismo se ha impreso entre 2.500 y 6.000 millones de veces”. (Ayuso, 2016). El mismo autor asume que la edición más vendida puede ser la inglesa, conocida como la Biblia del rey Jacobo, publicada inicialmente en el año 1611.

Si bien, la mayoría de los cristianos aceptan que la Biblia es la Palabra fiel y verdadera que Dios legó para guiar la vida de Sus escogidos, también hay otros “cristianos” que se niegan a reconocer de forma total o parcial el contenido de las Escrituras. Por ello, es importante prepararse y tomar como referente a la teología reformada que, nos permite acceder a la bibliología como la disciplina encargada del estudio de la Biblia, entendida como el conjunto de 66 libros conformados por el Antiguo y Nuevo Testamento en donde Dios nos dejó escrita la doctrina que llevaría a la salvación y transformación de Sus escogidos, a quienes rescataría de la muerte eterna solo por Su Gracia redentora. Este estudio cuidadoso y ordenado de la Biblia, ayuda a contar con argumentos sólidos para sustentar que la Palabra de Dios entre otros atributos que la hacen perfecta, es inerrante. El concepto de inerrancia bíblica, se aborda más adelante.

Sin embargo, la iglesia católica romana, por más de diez siglos distorsionó los mandatos de las Sagradas Escrituras, y se desvió de los principios básicos de Dios. Entonces, emergió Martín Lutero (1483-1584) un teólogo y fraile católico agustino, quien se atrevió a contravenir disposiciones como la venta de indulgencias o la idea errónea de que la salvación se alcanzaba a través de las obras. Así, en el año 1517, colocó en las puertas del palacio de Wittemberg la carta dirigida a la Iglesia de Roma, con sus 95 tesis en donde declaraba su oposición a la venta de la salvación, por medio de indulgencias. De tal forma que, sin proponérselo, inició un debate teológico conocido como la Reforma Protestante; “la Reforma comenzó cuando, solo por Gracia Lutero tomó la justificación sólo por la fe y comenzó a protestar contra un sistema sacramental de ritual hecho por el hombre y mérito humano”. (Beeke y Smalley, 2019, p.88). En este mismo sentido Sproul (2016) refiere cómo Lutero:

Se encontraba bajo juicio, con riesgo de muerte, ante las autoridades de la Iglesia y del Estado, acusado de graves herejías. Al ser amenazado a retractarse de su doctrina de la justificación por fe, insistió en que su doctrina se basaba en la Biblia. En previos debates con prominentes teólogos católico romanos, Lutero había sido empujado a admitir que consideraba posible que el Papa y los concilios de la iglesia se podrían equivocar. (p.43). 

Con evidencias bíblicas le devolvía su primacía a la Biblia y a Dios, por encima de la autoridad del Papa y sus concilios religiosos.

Otro de los grandes influyentes de la Reforma Protestante fue Juan Calvino. “Por lo general, a las iglesias que han heredado las enseñanzas de Calvino se les conoce como reformadas, en contraste con las ramas luteranas o anglicanas/episcopales de la Reforma” (Piper, 2015, p.11). Estos dos pioneros protectores de la doctrina de Dios provocaron el inicio del gran movimiento reformista. De ahí en adelante “la iglesia desde la Reforma hasta la era moderna se ha visto obligada a defender y dilucidar la doctrina de la revelación especial (la que salva por Gracia y a través del conocimiento de la Palabra de Dios) de muchos errores”. (Beek y Smalley, 2019, p.233). El paréntesis de la cita es un agregado del autor de este escrito. Por tanto, el papel de todo creyente que ha recibido la salvación por la Gracia de Dios debe ser el compromiso ferviente de conocer, resguardar y practicar dicha doctrina. Sin embargo, también debe estar alerta de las oposiciones a las verdades escriturales.

El canon bíblico

Para explicar el canon bíblico, primero explicaremos qué es la Biblia “La palabra Biblia proviene del vocablo griego Biblos, que significa 'libros'” (Sproul, 2018, p.45). Sin embargo, aunque la Biblia es un solo volumen, en realidad no es un solo libro, sino una colección de sesenta y seis libros. Pero ¿quién decidió qué libros incluir? Como señala el teólogo sistemático Wayne Grudem (2009). “El canon de la Biblia es la lista de todos los libros que pertenecen a la Biblia” (p.54). La Biblia cristiana consta de 66 libros, 39 del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. De acuerdo con la página electrónica, Organización Cristiana en Costa Rica para el mundo (2020), desde que se constituyó el canon bíblico siempre hubo ideas contrarias y fuertes opositores de una parte o todos los escritos bíblicos. Esta misma organización alude a que la palabra original para indicar el canon, es kaneh, del hebreo, aunque “El latín y el castellano transcribieron el vocablo griego en «canon». La expresión, además, adquirió un significado metafórico: se utilizó para identificar las normas o patrones que sirven para regular y medir” y, el propósito de este canon era “identificar y conservar la revelación, a fin de evitar que se confunda con las reflexiones posteriores en torno a ella”.

Por tanto, el canon de la Biblia es un patrón o referente que ayuda a evitar que la Palabra de Dios “sufra cambios o alteraciones”. Porque, como refiere la misma institución, “El «canon» de la Biblia es el catálogo de libros que se consideran normativos para los creyentes y que, por lo tanto, pertenecen con todo derecho a las colecciones incluidas en el Antiguo y el Nuevo Testamento. Con ese significado específico “la Palabra fue utilizada posiblemente por primera vez por Atanasio, el obispo de Alejandría, en el año 367”. Además, para determinar qué libros se incluían y cuáles se descartaban, “Existieron tres criterios de canonicidad: 1) Atribución a un apóstol. Hubo excepciones. Por ejemplo, Marcos y Lucas se aceptaron como autores íntimamente asociados con los apóstoles. 2) Uso eclesiástico, o sea, reconocido por una iglesia prominente o por una mayoría de iglesias. 3) Conformidad con las normas de la sana doctrina” Sin embargo los que dudan de esa inclusión o descarte, ponen en tela de juicio que toda o una parte de la Biblia sean auténtica Palabra de Dios.

Por su parte, los teólogos reformadores han tenido que realizar estudios minuciosos para hacer evidente que en estos escritos está presente la veracidad de la Palabra de Dios; aunque, tal vez indagan y exponen sus hallazgos a sabiendas que nunca se terminará de convencer a todos, debido a que “Las pruebas llenan una necesidad en un mundo donde las dudas surgen y los ateos abundan”. (Beeke y Smalley, 2019, p.217)

La Biblia encierra la Palabra misma de Dios, pero los hombres y mujeres que avanzan en sentido contrario al plan de divino se resisten a conocer con precisión o permitir la divulgación del mensaje divino; por eso, a través de los siglos este libro sagrado ha tenido innumerables opositores, han surgido escépticos que atacan o pretenden ridiculizar o poner en duda su contenido. A tal grado se ha visto el afán de desaparecer la voz escrita de Dios, que algunos pontífices y emperadores se atrevieron a ordenar la destrucción física de las Escrituras o han querido modificar su contenido. Por ejemplo, un emperador romano de nombre Diocleciano, en el año 303 de nuestra era “se empeñó en destruir las Escrituras”, de tal forma que “promulgó una serie de edictos cada vez más severos contra los cristianos, provocando lo que algunos historiadores denominan “La Gran Persecución”. El primer edicto ordenó el derribo de los lugares de reunión de los cristianos y la quema de las Escrituras” (Biblioteca en Línea Watchtower, n.d.).

Sin embargo, la práctica de incendiar la Palabra escrita de Dios no es nueva, ya en Jeremías 36:23 veíamos que la voz de Dios no siempre es agradable a la gente “Cuando Jehudí había leído tres o cuatro planas, lo rasgó el rey con un cortaplumas de escriba, y lo echó en el fuego que había en el brasero, hasta que todo el rollo se consumió sobre el fuego que en el brasero había”. Este afán de hacer desaparecer la Palabra de Dios tal vez seguirá por siempre.

Dios inspiró Su Palabra

Para comprender la palabra inspiración en su sentido histórico, es necesario saber que su raíz es theopneustos. De acuerdo con Sproul (2009) en la Exposición a la Declaración de Chicago de 1978, explica que “Theopneustos" significa literalmente “exhalada por Dios”; alude primordialmente al hecho de que Dios exhala Su Palabra más bien que infundir algún tipo de efecto en los escritores humanos” A su vez, aclara que “exhalación es un término más preciso que inspiración”.

Para especificar que fue Dios quien exhaló Su Palabra a algunos de Sus hijos, Pablo escribió en la segunda carta a Timoteo 3:16–17: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. Esto significa que fue Dios mismo quien entregó Su Palabra a seres humanos para que ellos la trasladaran a Sus escogidos. Como refiere Hodge (1991)

la inspiración fue una influencia del Espíritu Santo sobre las mentes de ciertos hombres seleccionados, que los hizo órganos de Dios para la comunicación infalible de su mente y voluntad. Ellos fueron órganos de Dios en el sentido de que lo que ellos dijeron lo dijo Dios (p.120).

El hecho de que los receptores de la voz divina funjan como órganos de Dios, no significa que hayan sido personas perfectas ni tampoco los convierte en marionetas del Señor. En realidad, es como lo explica el mismo Hodge (1991) “cuando Dios emplea a alguna de sus criaturas como instrumentos, los emplea de conformidad con su naturaleza” (p.121), de tal forma que en la Biblia Pablo escribe como hombre culto, mientras Pedro traslada la información con sencillez; pero ambos lo hacen de acuerdo con su propia cultura y estilo personal. El mismo autor aclara que “Los escritores sagrados no fueron vueltos inconscientes ni irracionales” (p.121).

Para esclarecer más la idea de la inspiración, refiere Hodge (1991) que “los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados (pheromenoi, impulsados como una nave por el viento) por el Espíritu Santo” (p.123). Entonces, la Biblia fue la comunicación de Dios a Sus instrumentos útiles; por eso es divina, pero los hombres que recibieron la Palabra, también le pusieron su sello personal sin alterar la esencia del mensaje de Dios. Por tanto, como insiste el mismo autor, “según las Escrituras, unos hombres inspirados fueron los órganos o boca de Dios, en el sentido de que lo que dijeron y enseñaron tiene la sanción y autoridad de Dios” (p.123). Además, Hodge (1991) afirma que la Palabra de Dios, fue de forma total y no parcialmente inspirada. La Sagrada Escritura fue plenamente inspirada por Dios, tanto en las doctrinas como en los hechos que esta incluye.

Por lo anterior, y dando continuidad a las ideas de Hodge (1991) quien habla en forma dubitativa, para decir que, si es que las Escrituras son de origen divino, entonces “Si son una revelación de Dios, tienen que ser recibidas y obedecidas, pero no pueden ser recibidas sin atribuirles autoridad divina, y no pueden tener tal autoridad sin ser infalibles en todo lo que enseñan” (p.128). Esta afirmación nos compromete como hijos de Dios a someternos a esta autoridad proveniente de Dios.

Dios expresa la Verdad

Al revisar el capítulo 3 de la exposición que hace Sproul (2009) para la Declaración de Chicago sobre la Inerrancia Bíblica (1978), el renombrado teólogo señala “La inspiración es la forma en que Dios nos dio Su Palabra por medio de autores humanos, pero cómo lo hizo es algo que no se entiende plenamente”. Además, Sproul (2009), con el fin de relacionar la inspiración divina con sus autores humanos y con la verdad contenida en la Palabra, afirma que “la inspiración sí superó cualquier tendencia a errar que pudiese haber habido en ellos, con el resultado de que las Palabras que ellos escribieron eran precisamente lo que Dios, el Autor divino, pretendía que nosotros tuviéramos”. El Dios de la Biblia fue quien inspiró Su propia Palabra y es un Dios verdadero.

Dios, en Sus tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, es intachable, sin mancha ni pecado; lo cual se aprecia en Deuteronomio 32:4 “Él es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en Él; es justo y recto”. Es precisamente la ausencia de pecado en Dios, lo que le hace Santo. El atributo de la Santidad divina, es la esencia de Dios. Según refiere Paul Washer en el capítulo 16 de su libro Conociendo al Dios Vivo, y aclara que “La palabra “santo” proviene del término hebreo qadosh que significa “separado”, “puesto aparte” o “retirado del uso común” (p.82). Y en efecto, Dios no es como nosotros de pecaminoso. El pastor Washer aclara que este atributo implica que “Dios no puede pecar, no se complace en el pecado ni puede tener comunión con el pecado” (p.82). es decir: Dios no está contaminado por el pecado, como podría ser la mentira.

Así, se observa que, si Dios es Santo, no peca y por tanto, jamás miente y su veracidad es transmitida a todo lo que Él dice y todo lo que Él hace, también Su Palabra es verdadera. En Romanos 3:4, a través de Pablo, declara en la carta “antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito”. También se lee en la Biblia que Su Hijo, Jesús dijo “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Beeke y Smalley (2019), lo reiteran “Dios es verdadero y su Palabra es verdad” (p.183). Por su parte, la Biblia, en Tito 1:2 dice “en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio de los siglos”. Serían muchas las citas bíblicas que anuncian la veracidad de Dios y de Su Palabra, pero basta con decir que, si Dios fuera mentiroso, sería pecador, dejaría de ser Santo y, por ende, dejaría de ser Dios.

El hombre todo lo corrompe

El hombre es pecador porque posee una naturaleza caída a partir de Adán. No hay un solo hombre bueno, porque todos hemos pecado. En la carta a los Romanos, el apóstol Pablo afirma “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23) ¿Qué implicación tiene esto, en relación con la Palabra de Dios? Pues que el hombre que no ha recibido redención tiende a contaminar todo lo que está a su alcance. Grudem (2009) dice que “en un mundo libre de pecado la Biblia convencería a todos de que es la Palabra de Dios; pero debido a que el pecado distorsiona la percepción que las personas tienen de la realidad, no reconocen a la Biblia por lo que es en realidad” (p.81). Por tanto, se puede ver que, por el hecho de ser la Biblia creación de Dios, cuando la Palabra de Dios está al alcance de un hombre pecador o rebelde, esta persona tiende también a confundirse y contaminarla. Piper (2015) afirma que “Fuera de la Gracia de Dios, no hay deleite en la santidad de Dios y no existe una alegre sumisión a la autoridad soberana de Dios” (p.20). La Biblia emite la voz del Dios soberano, al que muchos se rebelan. Y los rebeldes no quieren ser confrontados con su pecado, ni quieren saber de la justicia y juicio de Dios que la Biblia declara para sus vidas.

Por su parte, Beeke y Smalley (2019) cuando hablan de la naturaleza humana depravada citan a Franciscus Junius (1545-1602) un teólogo reformado francés quien declaró que debido a la caída del hombre por el pecado original "los dones naturales han sido corrompidos y los sobrenaturales perdidos" (p.214). Cabría preguntarse entonces, si aquellos que de forma sutil o radical se desvían de la Palabra de Dios y se esfuerzan por destruirla, contravenirla o adaptarla a su forma de creer, pensar o vivir, ¿Será porque todavía no han sido redimidos? El apóstol Pablo, en la epístola al pueblo de Roma, dice “Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:23). Así que, su propia naturaleza los incita a volverse enemigos de Dios y de Su doctrina encerrada en la Biblia.

A lo largo de la historia ha habido innumerables detractores de la Palabra de Dios, pero los más fuertes los señalan Beeke y Smalley (2019), se refiere a la Iglesia católica romana y a los pensadores modernistas liberales, porque “Tanto el catolicismo  romano como el modernismo liberal, aunque ferozmente opuestos entre sí a lo largo de gran parte de su historia, extraen del mismo pozo envenenado: la exaltación del hombre sobre la Palabra de Dios. Uno exalta a los líderes de la iglesia, especialmente al Papa, como su guía divinamente confiable. El otro exalta el razonamiento y/o los sentimientos humanos como juez supremo de la religión” (p.244). Así los lectores pueden ver que esta ha sido la constante: cambiar la autoridad de la Biblia por los conceptos humanos. Por otra parte, Hodge (1991) cita el caso de aquellos que, incluso al interior de las iglesias cristianas aluden a que los escritores sagrados se contradicen entre sí, pero, después de un análisis de algunos casos en debate, concluye en que “(1) Estas aparentes discrepancias, aunque numerosas, son en su mayoría triviales, y están principalmente relacionadas con números y fechas. (2) La mayor parte de ellas son sólo aparentes, y armonizan bajo un cuidadoso examen. (3) Muchas de ellas pueden ser adscritas con justicia a errores de transcriptores. (4) La maravilla y el milagro es que haya tan pocas de ninguna importancia real.” (p.131).

Lo que quisieran ignorar los opositores de la Palabra de Dios, a la que le buscan fallas, defectos y contradicciones es, lo que declara la Biblia para ellos “De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos” (Mateo 5:19). Sin embargo, como lo exponen Beeke y Smalley (2019) “El gran obstáculo para nuestro entendimiento de las verdades de Dios no es la Biblia, sino el pecado y la incredulidad satánica que dominan a los malvados” (p.284). Esto cobra sentido cuando vemos que el pecado nubla la visión de hombres y mujeres, aun si se tratara de grandes filósofos o reconocidos científicos modernos, y no les deja ver la verdad.

Finalmente, como refieren Beeke y Smalley (2019) “En un clima tan hostil, con las semillas de la misma corrupción que permanece con nosotros, la iglesia debe tener una base sólida y estable para su fe: la Palabra escrita de Dios” (p.272). Y este fundamento es el que buscan los hijos fieles de Dios, a través del estudio teológico.

La inerrancia de la Biblia

La Palabra divina es perfecta. En Salmos 19:7 podemos ver “La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; El testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo”. Además, como lo refiere el libro Teología Sistemática de Grudem (2009) para definir la inerrancia: “La inerrancia de la Biblia significa que la Biblia en los manuscritos originales no afirma nada que sea contrario a la verdad”. (p.92). Entonces la Biblia contiene palabras absolutamente ciertas.

Al igual que Grudem, otros teólogos reformados afirman que la Biblia es la Palabra de Dios y libre de todo tipo de error. Beeke y Smalley (2019), aportan que “El término inerrante significa "sin error", y veracidad significa "confiabilidad". Por lo tanto, por veracidad inerrante queremos decir que la Biblia no declara nada contrario a lo que es verdadero y real, y todo lo que declara es fiel y exacto, porque es la Palabra de Dios” (p.305). Esto significa que en aquello que Dios crea no cabe el error, lo cual confirma nuevamente que la Biblia es inerrante.

Según la Exposición hecha por. R.C. Sproul a la Declaración de Chicago sobre la inerrancia de la Biblia, citado en Sproul (2009), la Palabra inerrante es un término teológico y “significa la calidad de estar libre de toda falsedad o error, y así resguarda la verdad de que la Sagrada Escritura es plenamente veraz y fiable en todas sus aseveraciones” (p.20). Esta afirmación sobre la veracidad de las Escrituras está plenamente sustentada en la Palabra de Dios “Santifícalos en tu verdad; tu Palabra es verdad” (Juan 17:17). El discípulo amado sabía que lo que Dios decía era verdadero y traía un beneficio directo para la santificación de los hijos de Dios.

Por su parte, el artículo IX “Inerrancia” de la Declaración de Chicago determina lo siguiente:

Afirmamos que la inspiración, si bien no confiere omnisciencia, garantizó una enunciación veraz y confiable sobre todos los asuntos de los cuales los autores bíblicos fueron impulsados a hablar y escribir. Negamos que la finitud o el estado caído de estos escritores, necesariamente o por cualquier otro motivo, introdujeran alguna distorsión o falsedad en la Palabra de Dios. (p.3).

De este modo, se ve con claridad que no hay ningún tipo de desviación o falsedad, o fraude en lo que comunican las Escrituras; por el contrario, la Palabra de Dios es veraz y confiable. Para mostrar esto, de manera sencilla, Sproul (2016) ilustra una secuencia a la inversa, suponiendo que hubiera error en la Biblia: “La Biblia es la Palabra de Dios, la cual yerra”, al quitar la Palabra Biblia, queda: “La Palabra de Dios, la cual yerra”, luego se borra “La Palabra de Dios y la cual”, y queda: “Dios yerra”. Entonces, afirma el gran teólogo moderno, que los que llegan a estas conclusiones caen en un fuerte error, porque ni Dios yerra, ni Su Palabra lo hace. Reitera “Por cierto, es posible tener una Palabra acerca de Dios que esté en error, pero no podemos tener una Palabra procedente de un Dios que esté en error” (p.49). De conformidad con los cinco puntos básicos de la Declaración de Chicago sobre la inerrancia Bíblica, de 1978, Sproul (2009), cita el punto cuatro, que especifica con claridad que en la Biblia está ausente el error:

Por haber sido plena y verbalmente dadas por Dios, las Escrituras carecen de error o falta en todas sus enseñanzas, tanto en lo que declaran acerca de los actos de Dios en la creación, acerca de los sucesos de la historia del mundo, acerca de su propio origen literario bajo la dirección de Dios, como en su testimonio de la Gracia salvadora de Dios en la vida de cada persona. (p.15).

Sin embargo, la Biblia ha sido objeto de múltiples traducciones y las copias no están exentas de las modificaciones que los propios intérpretes han realizado; de ahí la importancia de recurrir a las fuentes originales cuando existan asuntos de dudosa claridad.

Pero, la Biblia, además de ser inerrante, es infalible, no puede equivocarse ni fallar, por eso, como explica Sproul (2018) “Cualquier acercamiento a la Sagradas Escrituras que incluya el tema de la inspiración, tiene que tratar los temas de la infalibilidad y la inerrancia” (p.40). Así también, el Artículo XI de la misma declaración de Chicago toma en cuenta esta consideración:

Afirmamos que la Escritura, por haber sido dada por inspiración divina, es infalible, de manera que, lejos de desorientarnos, es veraz y confiable en todos los asuntos que aborda. Negamos que sea posible que la Biblia al mismo tiempo sea infalible y yerre en sus afirmaciones. Es posible distinguir entre infalibilidad e inerrancia, pero no separarlas.

Se puede notar que la inspiración divina de la Biblia es lo que la hace infalible y también veraz en sus afirmaciones. De acuerdo con Sproul (2009) “La infalibilidad se define en este contexto en términos positivos que implican la veracidad y confiabilidad de todos los asuntos que la Escritura aborda” (p.37). Existen algunos teólogos críticos que aluden a que el término inerrancia no aparece en las Sagradas Escrituras, a lo que Sproul (2009) aclara “Si bien la Biblia en ningún lugar usa la Palabra inerrancia, el concepto se encuentra en la Escritura” (p.44). Y cita a Juan 10:35 “Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la Palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada)” porque este pasaje habla de que la Escritura no puede ser rota, quitada o falseada. A su vez, Sproul (2019) refiere que:

Esos críticos afirman que la inerrancia como construcción racional era extraña a los escritores bíblicos y también a los reformadores magisteriales del Siglo XVI. Sin embargo, los reformadores sí declararon que las Escrituras no tienen error, así como lo hicieron los Padres de la Iglesia, como Tertuliano, Ireneo y, en particular Agustín (p.40).

Entonces, el uso de la palabra inerrancia queda justificado, desde la Biblia y desde los Reformadores iniciales.

Si bien, hoy en día hay enemigos de la Palabra de Dios, y creen que en ella hay errores, también hay estudiosos que pueden contestar asertivamente “argumentamos que los creyentes en Cristo que estudian la Biblia cuidadosamente descubren que, cuando se interpreta correctamente, enseña un sistema de verdad notablemente unificado” (Beeke y Smalley, 2019, p.318). Y esto es lo que los creyentes debemos considerar, valorar y obedecer.

Así que, la perfección de las Escrituras radica en que éstas fueron “dadas por Dios”, inspiradas por Él y, por tanto, en su totalidad carecen de error. Sin embargo, si quedaran dudas o hubiera puntos no inteligibles o inexactos en la Biblia, tanto para los estudiosos expertos como para los cristianos de a pie, tendríamos que decidir tal cual lo aconseja Hodge (1991) “Tampoco el cristiano tiene que renunciar a su fe en la inspiración plenaria de la Biblia, aunque pueda haber algunas cosas en su estado actual a las que no pueda dar explicación” (p.131). Por tanto, debemos creer y obedecer a todos los mandatos y decretos de Dios, como Su propia voz dando instrucciones a Sus hijos.

Como señal de alerta, Grudem (2009) encuentra los distintos problemas que pueden surgir al negar la inerrancia bíblica:

  1. El problema moral de imitar a Dios y mentir en otros asuntos menores.
  2. En pensar que si de verdad podemos confiar en Dios en algo que diga.
  3. Convertir nuestra mente humana en una norma más alta de veracidad que la misma Palabra de Dios.
  4. Decir que la Biblia también está errada no sólo en detalles menores sino también en alguna de sus doctrinas.

Por eso, es muy importante indagar, estudiar y asegurarnos que conocemos cada día más a Dios y que seguimos confiando en Su Santa Palabra.

Por último, debemos pedir a Dios, que nos proteja de toda contaminación y nos permita perseverar fieles hasta el final, ya que, como refieren Beeke y Smalley (2019) respecto a la permanencia de la voz escrita de Dios “La Biblia no se perderá ni será destruida, sino que será preservada hasta que nuestra misión sea completada y nuestro Señor regrese sobre las nubes del cielo” (p.293). Y esto último es lo que deben anhelar los seguidores del Dios perfecto.

Consideraciones finales

La Teología Sistemática auxilia a la iglesia a fin de crear su cosmovisión y defender su fe; es útil para guardarse del error en el que muchos han caído. La Bibliología es una disciplina derivada de la teología y es muy valiosa porque permite el análisis minucioso del conjunto de libros, conocido como Biblia.

El estudio de la doctrina de Dios es básico para que un cristiano se aperciba de las verdades plenarias de Dios y las tome como mandatos que orienten su propia vida y le ayuden a compartir con otros que pudieran también confundirse con las voces contrarias que se levantan contra la inerrancia Bíblica. Pero la Biblia no yerra.

En realidad, la Biblia es la obra perfecta de Dios, Él la inspiró, exhaló en sus autores para que se preservara su cualidad de inerrante, como la voz Santa y perfecta de Dios; sin embargo, el pecado del hombre todo lo contamina y, ha intentado corromper la doctrina de la divinidad. Pese a todo, se han levantado teólogos reformados que han sistematizado las verdades bíblicas a través de diversos estudios para argumentar y corroborar que la Biblia es inerrante, que no hay la menor huella de error en la Palabra de Dios porque proviene de un Dios Santo que jamás ha pecado, tampoco miente ni lo hará. Si bien, muchos de los teólogos o cristianos nóveles desconocen gran parte de las penurias y logros que han pasado los teólogos a través de muchos siglos de estudio, el ejercicio de una vida piadosa y el auxilio del Espíritu Santo, todavía queda mucho camino por recorrer, para dar a conocer fielmente las Sagradas Escrituras y sumarse al resguardo de la fidelidad bíblica, para evitar distorsiones fatales hacia el pueblo de Dios y los futuros receptores de la Gracia divina.

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