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25 Septiembre

30 Años de Gracia y Misericordia

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Hoy estamos reunidos alrededor de una celebración que nos entrelaza a todos como Iglesia Bíblica de Jesucristo; tomándonos de la mano de las palabras del apóstol Pablo quiero compartir con ustedes el siguiente mensaje, para lo cual desglosaré las dos partes que dan forma al versículo que leímos al principio; primero hablaré de nosotros, la Iglesia Bíblica de Jesucristo, para luego hablar de lo más importante, lo que hizo nuestro Señor Jesucristo en esta su Iglesia.

1. “… y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos…”

Un día como hoy, 22 de septiembre, pero del año 1991 se realizó el primer culto con aquellos que integraban esta congregación. En mi caso, hacer un recuento de 30 años de ministerio me parece un tanto difícil. Se sumaron muchos años, muchos días, muchos cultos, muchísimas experiencias, muchas batallas, muchos tropiezos y cuantiosos éxitos. Muchas han sido también las personas que han pasado y formaron parte de nuestra historia. Así, me refiero a congregantes, ministros, maestros, pero también detractores y opositores.

Sería injusto por causas de tiempo y de escasa memoria, tratar de hacer mención de todo lo ocurrido y de cada detalle de lo que hemos vivido juntos como congregación; pienso que omitiría a demasiadas personas y me faltaría incluir partes importantes de todo lo que le ha dado forma, identidad y fuerza a nuestra congregación. 

Sin embargo, como pastor general de la hoy Iglesia Bíblica de Jesucristo, Monte del Señor, siento indispensable reconocer que Dios ha sido más que bueno al permitirme ver y ser testigo directo de su bondad hacia conmigo y para este pueblo que durante 30 años y hoy en día, aquí nos reunimos.

Por ello, y no obstante a lo dicho, y con el riesgo latente de sufrir de mala memoria y omitir detalles o nombres de personas muy valiosas, ante esta notoria necesidad, comencemos por el principio; recuerdo que hace 30 años un puñado de hermanos en Cristo salimos a la obra misionera sin darnos cuenta que eso era lo que estábamos haciendo, sembrar una misión, plantar la incipiente semilla de una iglesia en el corazón de la Ciudad de México, no nos dábamos cuenta, o no entendíamos con toda claridad, pero eso es lo que emprendimos: la siembra de una misión; todavía son testigos presentes de esos días hermanos y hermanas como Gerardo Villalobos, José López, Eusebio Olvera, Elizabeth Alamilla, Omar Zuriel, Flor Jiménez, Socorro, Beatriz y Nohemí Figueroa, Hazael Linares, Enedina Monroy, Verónica Cano, y, acompañados por aquellos que ya no están en la iglesia pero que en su momento formaron parte de ella, tales como Walter Hernández,  Oscar Castillo, Aurelio Martínez, Mónica Rosales, Alicia Torres, Alma Delia Corzo, Mario Lira, Isidro Pineda entre otros. Todos ellos aportaron su amor y dedicación a través de su servicio; este grupo de pioneros, enviados por el Señor por supuesto, fuimos bendecidos y delegados por medio de la autoridad pastoral de la iglesia local de la cual todos éramos miembros en aquel 1991. La iglesia de procedencia era Comunidad Cristiana Juan 17, siendo el pastor Oscar Venegas quien, dándonos su mano de compañerismo y confianza nos encomendó la tarea de iniciar esta obra del Espíritu Santo a fin de sembrar un espacio donde se pudiera proclamar el nombre de Cristo y se le diera a Él la gloria. Del mismo modo, el pastor Venegas me dio a mí la encomienda personal de dirigir y pastorear la naciente congregación Monte del Señor. 

Creo que es muy necesario, en la retrospectiva de treinta años, decir que, por cuenta propia no hubiera podido tomar este compromiso si no hubiera existido el respaldo total e incondicional de mis padres Rafael Corzo y Teresita Torres, quienes debieron sentirse sorprendidos y quizá temerosos cuando su hijo de, tan solo 21 años les comunicaba que dedicaría su vida a ser pastor de una iglesia que literalmente comenzaba de cero, porque no contaba con recursos materiales de ningún tipo. Gracias a Dios que mi madre, sin haber entregado su vida a Cristo todavía, no solo estuvo de acuerdo, sino además me respaldó económicamente por más de tres años debido a que los recursos de la congregación eran en su totalidad para fortalecer las necesidades de la iglesia naciente que, créanme, eran muchas en verdad, con el fin de impulsar las actividades de nuestra incipiente congregación. Y doy gracias también al consejo de mi padre quien, sin saber exactamente en qué me metía, me ofreció todo su respaldo y experiencia con palabras de aliento constante. La única condición que estableció fue que, a pesar de iniciar como pastor, concluyera mis estudios como diseñador gráfico, que en ese momento me encontraba terminando.

La primera década, en los años 90 fue, como todo lo que inicia: etapa de grandes aprendizajes y constante desarrollo. Como pueblo de Dios, nos movíamos de lugar en lugar; lo mismo rentamos salones, que casas habitación o bodegas de manera continua debido al crecimiento progresivo de la congregación; los miembros de Monte del Señor teníamos el fuego ardiente de un niño que no puede descansar por hacer algo aquí, y luego algo más allá; sin estructura organizacional muy definida y sin necesidad de cargos o nombramientos, simplemente con el deseo de utilizar todas las manos dispuestas para hacer prácticamente de todo; sin estribillos mediocres de “eso no me toca a mí, que lo haga otro” o “si me puedes avisar con tiempo para poder llegar a servir entonces sí podría hacerlo” o “¿que no hay alguien que hubiera podido haber hecho esto?”, sencillamente era para todos un verdadero privilegio y  lo hacíamos. 

Al principio éramos tan pocos que no podíamos darnos el lujo de faltar a un culto o a una actividad, confiados en que otros estarían ahí para hacer las cosas, tampoco había tiempo para relajarnos en el hecho de que hubiera suficientes manos para hacer lo que a cada uno le tocaba. No, no podíamos darnos ese lujo. Éramos no más de 22 personas, así que teníamos que hacerlo solo las 22 personas presentes; no había a quien delegar y menos existía una muchedumbre para evadir nuestra responsabilidad. Es más, incluso “peleábamos” para servir y lo lográbamos llegando antes que los otros, capacitándonos constantemente, detectando necesidades para resolverlas… no había gran organización, pero ¡Oh sí, teníamos gran disposición y un enorme anhelo de aprender la palabra de Dios, pues desde la primera semana de culto le dimos un papel preponderante a la enseñanza de la doctrina bíblica!

Sin embargo, era indispensable madurar y crecer, y también era necesario obtener un poco, o quizá mucho, del el suficiente orden y disciplina para lograr cosas mayores y mejores; así que la estructura y organización había que establecerla; entonces, se levantaron ancianos, es decir, se designó un presbiterio que ministrara, organizara, enseñara y gobernara la iglesia de manera conjunta bajo el principio bíblico del trabajo en equipo. Por eso, hasta el día de hoy, este grupo de ancianos que han copastoreado a la iglesia Monte del Señor ha sido un grupo de hombres que aman a Dios y con ellos hemos aprendido a ser amigos: nos apoyamos, y nos corregimos mutuamente en amor. De los antes mencionados, al inicio solo éramos Gerardo Villalobos, Eusebio Olvera, y yo como pastor general; pero, al paso de los años se han agregado otros como Aurelio Espino, Fernando Escalante, Enrique Ortiz, Paulo Chaparro, Marcial Sánchez y Antonio Robles; posteriormente, para apoyar al presbiterio, se fueron estableciendo diáconos, coordinadores y múltiples servidores en diferentes áreas de servicio a fin de repartir la carga del trabajo material y espiritual y delegar funciones más específicas para hacerlas de manera más eficiente y oportuna, para la gloria de Dios.

En esa época, a finales del Siglo XX, nos empeñamos en la formación y disciplina de la congregación y fue también cuando crecimos doctrinalmente porque recibimos excelente instrucción del Dr. Othoniel Ríos Paredes, hombre sabio y apasionado por el evangelio, quien, más allá de dirigir la iglesia más grande de Latinoamérica en aquel tiempo, la iglesia de Cristo Elim Central en Guatemala, contaba con seminarios, manuales para la enseñanza y capacitación a ministros de todo el mundo para estar mejor equipados en el servicio de la iglesia. Fue justamente al escuchar sus enseñanzas y viajar a Guatemala a seminarios pastorales, donde nuestra instrucción, visión y modelo de trabajo se fortaleció en gran medida.

A la par del Dr. Othoniel, radicado en la ciudad de Guatemala, de manera más local fue bueno y de gran aliento el apoyo del pastor Arturo Cruz Ontiveros quien nos dio impulso, motivación, enseñanza y consejería constante debido a nuestra incipiente capacidad y experiencia, tanto en mi caso, como ministro y a todos los integrantes como congregación de Monte del Señor.

Pero quizá, de manera particular el momento en que el orden y la disciplina llegó para acompañarme de manera constante y benéfica fue en 1997 cuando contraje matrimonio con mi bella esposa Vanessa Cedillo, sin duda la elegancia de su presencia y la agudeza de sus sentidos hacia los detalles han trazado orden a mi vida y ministerio; no pudo Dios hallar mejor ayuda que la que me ha dado; ella es una gran administradora y visualizadora de prospectivas para bien de nuestra casa; maestra notable, dedicada en la formación de su hijos y una conciencia indispensable llena de compasión, sabiduría y dirección, pero a veces también de confrontación, alerta y corrección, tanto para mi vida como para las decisiones en la congregación; sin duda, lo mejor de la primera década de haberse constituido la congregación y de mis primeros años de ministerio, fue el regalo de la ayuda idónea que Dios me otorgó para acompañarme en esta ardua y difícil misión.

Hacia el final de los años 90´s con la fe que nos impulsaba, nos atrevimos a hacer algunas cosas locas, como rentar por dos años consecutivos el Teatro Metropolitan y realizar el evento magno de música y Alabanza: “Salmodiad”; siempre con el único fin de exaltar el nombre de Jesucristo en la Ciudad de México. En ambos momentos, notables fueron las participaciones de los pastores y amigos Fernel Monroy de Guatemala y Noé Gochicoa de Ameca Meca, en el Estado de México, éste último, por cierto, ahora alaba a Dios directamente en su presencia.

Empezaba el nuevo siglo, y en el año 2001 Dios me daría un mensaje que traería una visión renovada a mi vida personal y ministerial; esto ocurrió con el nacimiento de mi hijo Ian, mi primogénito. Experimenté temores que nunca había sentido, preocupaciones que no conocía y un proyecto novedoso en mi futuro. “Misericordia de Dios, eso es todo lo que hemos recibido hasta hoy”, dijimos mi esposa y yo al ver a este niño, de ahí su nombre: Misericordia de Dios; esta misericordia la he trasladado como una proclamación del amor de Dios para toda la congregación.

En ese mismo año del 2001, después de peregrinar por 11 locales o inmuebles, arribamos a un nuevo siglo, nueva década y nuevo edificio, mismo que hoy ocupamos y que se convertiría en el gran reto y proyecto de toda la iglesia local para trabajar con miras a obtenerlo. Es aquí donde la misericordia de Dios la veríamos más de cerca, como nunca, hicimos mucha oración, levantamos inmenso clamor, nos infundimos motivación constante y pedimos aliento al Espíritu Santo, para no desmayar cuando se vislumbraba más lejos y difícil contar con los fondos para poder adquirir un local propio. 

Mientras se recogían ofrendas de poco en poco, para obtener el añorado local propio, la iglesia también luchaba por no apartarse de sus principios y fundamentos sustentados en las Sagradas Escrituras. Como ya dije, la misericordia nos sostuvo todo el tiempo en esta década donde fuimos arrastrados a una espiral  peligrosa de la cual solo Dios nos podía librar; fue un tiempo en que intentaron apartarnos de la sana doctrina y que envueltos en la ignorancia y bajo un principio de autoridad mal entendido, gradualmente fuimos atrapados en una sutil trampa de oscuridad y humo místico de ladrones y lobos con piel de oveja que intentaron desbastar lo aprendido y construido para gloria de Dios por el Dr. Othoniel Ríos en los diez años previos. Pero, la gran misericordia de nuestro Señor no nos abandonaría, a pesar de estar inmersos en ese movimiento hostil a la palabra de Dios y alejado de la pureza del evangelio, el pueblo de Monte del Señor se resistía. Afortunadamente, nunca dejamos de leer la Biblia, nunca suspendimos la enseñanza de la sana doctrina aprendida, jamás dejamos de alabar con los cantos que inicialmente nos habían formado, tampoco dejamos de estudiar a otros pastores y leer enseñanzas de ministros que a lo largo de la historia nos heredaron un legado y mostraron firmeza en las cosas puras y verdaderas de la Palabra de Dios. 

Y mucho menos dejamos de sembrar el evangelio; por eso,  la historia de nuestra iglesia local también ha sido una odisea evangelística, pues muchas son las actividades, obras de teatro, eventos juveniles, proyección de películas, campañas en parques, casas y colonias, discipulados en hogares y nuevas misiones para predicar el evangelio a toda criatura, levantando incluso congregaciones y estableciendo ministros en otros lugares con la, quizá limitada ayuda, pero con mucho amor y ánimo que podíamos infundirles; teniendo hoy mismo la satisfacción de poder decir que existen pastores que surgieron de este pueblo esforzado: así, se bendijo a los hermanos Marcos Vargas, Fernando Zamudio, Alejandro Olvera, Gonzalo Zamorano, Raúl Pérez, Ricardo Huerta, Antonio Robles y Sergio Hernández, para comenzar su ministerio como pastores en diversas localidades de nuestro país. Actualmente continuamos orando por ellos y los respetamos como ministros capaces, porque están haciendo la obra de Cristo conforme la propia visón y dirección que el Espíritu Santo les ha dado.

Pero la expansión del mensaje no solo se daría con eventos evangelísticos y siembra de misiones, sino con el uso de la tecnología; hemos invertido dinero, tiempo y corazón para  sostener por muchos años un programa de radio en la estación 1440 de AM en la CDMX para luego evolucionar al internet y desarrollar desde esos años hasta hoy una estación radial en línea, Radio Malak, y transmisiones en video de nuestros cultos generales a través de Malak TV. Estamos profundamente agradecidos con Dios por estos medios, de los que muy pronto tendrás noticias sobre el siguiente paso en su evolución como canales comunicativos para predicar con eficacia la Palabra de Dios.

Mientras avanzamos en una constante de crecimiento y resistencia ante aquello que pudiera oponerse a la proclamación de la sana doctrina, tuvimos la motivación hacia el final del año 2010 de retomar con nuevo ímpetu y seriedad el reto de adquirir el edificio que hoy todos conocemos, este precioso santuario donde por tantos años hemos alabado a Dios, en ese entonces bajo la presión de los propietarios que nos pusieron su ultimátum: “o lo compran o desocupan el local”. 

Pero aún con todo esto, vendría a mi vida otra gran enseñanza y sacudimiento para mi alma, en octubre del 2011, nacería mi segunda hija, 10 años después de Ian y 20 años después de la constitución de esta iglesia, y con ella una maravillosa, sublime y grandiosa afirmación que se ha ido revelando gradualmente a mi vida: La gracia de Dios; de ahí el nombre de mi hija Annikke.

Aunque parezca coincidencia, al siguiente año del nacimiento de mi pequeña, de forma increíble, estaríamos firmando el documento de propiedad de este edificio y proclamaríamos juntos la gran victoria, dos años después, en el 2014, con  la visita del pastor Mike Richardson, veríamos precisamente la gracia y misericordia de Dios cuando logramos pagar por completo la deuda adquirida por la compra de nuestro edificio; sobra decir que muchas fueron las personas generosas a las que Dios usó para lograr reunir la enorme cifra de la deuda. Cabe destacar que fueron muchas las ofrendas pequeñas y algunas aportaciones abundantes de todos los congregantes de nuestra iglesia; pero también alcanzamos la meta gracias a que Dios movió corazones de pastores y hermanos de otras congregaciones, incluso de gente inconversa que participó en este cuantioso reto donde la gloria y la victoria todavía se la damos por completo al Señor.

Pero esta adquisición no sería la única victoria que veríamos en la tercera década de existencia de Monte del Señor, se avecinaba un parteaguas todavía más importante, la victoria de nuestras conciencias, la afirmación de nuestra convicción, el engrandecimiento de nuestra fe.

Ahora, con la certeza de que la gracia y misericordia de Dios nos acompañan siempre, fuimos testigos de la historia reciente de separación de aquella nefasta influencia que quería someternos a su denominación pseudo evangélica, y de la grandiosa salida que Monte del Señor tuvo de la opresión maliciosa y doctrinalmente herética que quiso dominarnos y anularnos. ¡Pero bendita gracia que nos sustenta! La cual nos permitió, primero percibir el error y peligro, luego discernirlo, después notarlo claramente para luego resistir y sutilmente denunciarlo; y así, finalmente confrontar el error declarando literalmente, como hizo Martin Lutero en la dieta de Worm ante el emperador y los almidonados representantes del papa: “Nuestra conciencia está atada a la palabra de Dios y no podemos hacer otra cosa que no sea conforme a ella”; y con esa declaración comenzamos una nueva etapa como congregación y, aun yo, renuevo mis convicciones como ministro y pastor.    

Ahora, como resultado de aquella victoria y llamado a una renovada libertad, hacia finales de la segunda década de este siglo Monte del Señor se compromete con la designación de un nuevo nombre que nos define de aquí en adelante: IGLESIA BÍBLICA DE JESUCRISTO, porque queremos destacar el retorno a los fundamentos de la Biblia.

En esta nueva década que se presenta, nos hemos reintegrado con la iglesia evangélica universal, presente en toda la historia y en todo el mundo; nos hemos reencontrado con relaciones antiguas y nuevas que nos afirman que no estamos solos y que Dios siempre mantiene a su iglesia universal unida. Frecuentamos a hermanos y ministros de sana doctrina que, con su influencia bíblica y positiva nos dejan vislumbrar que la gracia y misericordia de Dios están aquí con nosotros, por este medio ofrezco mi gratitud a Dios por las vidas de los pastores Patricio Zarazúa y su esposa Teresita, Gerson Zarazúa, José Luis Ramírez, Ricardo Hernández, Rafael Hernández, Oscar Hernández, Jaime Ayala, Oscar Ríos Reynoso, Sergio Noriega, Othoniel Ríos Reynoso, Alberto Baeza, Juan Aballe y a todos los pastores de la Confraternidad de Iglesias Bíblicas Evangélicas Reformadas con quienes  nos reunimos constantemente a estudiar la palabra.

Y, a título personal, quisiera revelarte, amada iglesia Monte del Señor, que en treinta años también yo he sido sostenido como pastor a través de la lectura fundamental de la Biblia, pero también me alimento de las enseñanzas de otros autores y por implicación, esto ha influido en la congregación; quizá ha habido dos autores, uno de toda la vida y uno reciente que puedo decirte que han sido mis más fuertes influencias contemporáneas; autores que te animo también a leer, después de leer tu biblia: El primero, lo considero un pastor a larga distancia, quien con su libros me ha dado aliento, motivación, descanso, reposo y mucha pasión por Cristo y su sacrifico: Se trata de Max Lucado. El segundo, me ha acompañado con sus libros de manera más reciente, acaso he leído 5 libros de su autoría, pero la identidad que he sentido con su carácter, su visión y su doctrina es muy precisa y compatible con lo que yo he aprendido de parte de Dios: Me refiero a John McArthur, cuya iglesia visité hace unos días y la bendición recibida fue abundante, ya tendrás más noticias acerca de lo aprendido en este reciente viaje.

Juan Calvino dijo: “La iglesia siempre reformándose”, y eso es lo que tal vez has notado que Monte del Señor está haciendo; la Iglesia se reforma con la palabra de Dios en la mano y con su gracia abundante acompañándonos. Y el gran reto hoy es combatir toda la oposición doctrinal, social, ideológica, cultural y religiosa que se vislumbra en el horizonte para atacar a la iglesia verdadera de Jesucristo, y ahora, tomados de la gran espada de su palabra y la formidable gracia de su Espíritu Santo sabemos que venceremos de aquí a lo que venga por delante. Monte del Señor nunca se ha replegado, no ha sido cobarde, ni timorata, cuando debe levantarse; lo hemos hecho antes y ahora, con la ayuda del Señor y en su nombre volveremos a hacerlo.

2. “…pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo.”

Ahora, pasando a la segunda parte del versículo que leímos al principio de esta exposición, lo más certero es entonces centrar el mensaje de aniversario en la razón principal que ha sostenido nuestra barca, y eso de sobra lo sabemos todos; el noble sostén ha sido Jesucristo, Él es nuestra ancla firme, nuestra roca fuerte, quien merece todo el mérito y toda la Gloria de que hoy estemos celebrando 30 años cuando parecía que no sobreviviríamos ni 30 días.

En este caminar con Cristo durante 30 años, necesitamos, como hizo el apóstol Pablo en sus cartas, darle la Gloria a Cristo porque en medio de la debilidad nos ha hecho fuertes, en medio de la fragilidad nos ha sostenido, cuando hemos caído nos ha levantado, y cuando nos hemos sentido solos nos ha mostrado que no es así, porque siempre nos ha acompañado.

Hoy damos la Gloria al Señor porque su nombre precioso es lo que nos movió en primera instancia aquel septiembre de 1991 a levantar esta congregación; nunca, jamás ha estado en nuestra mente enaltecer el nombre de persona alguna por encima del nombre de nuestro Señor Jesucristo, Él es la razón, el motor, la pasión, el ardor, el fuego para todo lo que hacemos

Cuando Monte del Señor asumió como suyo el versículo de Hechos 4:20 “No podemos callar lo que hemos visto y oído”, lo hicimos en el contexto mismo de su palabra, por las mismas razones que los apóstoles Pedro y Juan lo declararon.

Todo lo que hemos visto viene de Jesucristo, lo que hemos visto es Su amor, Su compasión, Su provisión, lo que hemos visto son solo muestras constantes, firmes y certeras de que no estamos solos, de que Él está con nosotros, aún en medio de las pruebas, luchas, pérdidas económicas o bienes material y aún pérdidas de personas, siempre hemos visto en esos desprendimientos la razón, la enseñanza y el propósito divino.

Y lo que hemos oído todo el tiempo, es su voz compasiva dándonos instrucción constante, capacitación, corrección, o la reprensión necesaria, incluso nos ha dado voz de alerta ante el peligro, voz de mando para escucharlo a Él antes que a los hombres, voz de aliento para no desmayar ante la confusión, voz de ánimo invitándonos a la paciencia para saber esperar y voz tronante recordándonos que Él es nuestro Rey, nuestro Sumo Sacerdote y Salvador, voz que nos recuerda que Él es el Señor, que Él es Santo y que no hay otro dios como Él.

Entonces, ha sido su grandeza, su belleza, su carácter… ¡Oh si, ha sido su gracia y su misericordia lo que me tiene a mí como su siervo, de Él enamorado, después de treinta años como pastor de esta congregación, puedo decir sin reparos: ¡Sí, sigo de Jesucristo profundamente enamorado!

El regalo de su salvación me sigue impactando, el saber que fui escogido desde la eternidad me sigue emocionando, que fui predestinado para ser su hijo me sigue conmoviendo, que fui llamado habiendo muchos y mejores que yo me sigue abrumando, que me siga perdonando cada día de mi vida es algo que me hace vivir siempre humilde y agradecido, me demuestra que tengo las arras de su Espíritu para lograr ser santificado y mantener la esperanza de ser, aunque sea tan solo un poco mejor cada día, me sigue dando aliento y confianza en esta vida, y estar seguro, totalmente firme y convencido de su segunda venida y, cuando eso ocurra, saber que Él me llevará consigo; todavía me emociona de una manera indescriptible dándole sentido al por qué vale la pena seguir predicando, seguir cantando, seguir congregándome, seguir aprendiendo de Su Palabra, seguir firme en medio de un mundo que cada vez se consume más y más y también me impulsa a seguir teniendo el aliento de predicar a los pródigos que continúan afuera sin saber que son hijos escogidos y conservo la esperanza de alcanzarlos para que conozcan al camino, a la verdad y a la vida, y si Dios quiere, que puedan llegar a Monte del Señor y ser parte de esta familia donde lo único que nos ha movido en 30 años, nos mueve todavía ahora y rogamos al Padre para que nos mueva por siempre; tantos años como Él disponga para seguir dándole la gloria, honra, honor, alabanza y reconociendo a Jesucristo nuestro Señor.

Ya pasaron 30 años, donde el mérito, o los méritos todos, absolutamente, son solo de Jesucristo y no de nosotros. Después de 30 años les suplico, por el nombre grande y bello de nuestro Señor, que ninguno, ni congregantes ni ministros, ni propios ni extraños, osen decir o insinuar que lo que hemos visto y logrado hasta hoy como congregación es gracias a nosotros, o a su pastor o a su ancianos o a sus congregantes, o a su mentores… ¡No, de ninguna manera seamos tan insolentes ni ligeros al hablar, no es nuestra inteligencia, ni nuestra capacidad organizacional o administrativa, ni nuestra moral, ni nuestra Teología, ni nuestro carisma, carácter o vida devocional! Oh no, nada de eso, Dios no nos debe nada y no debía tampoco apoyar la demente odisea emprendida por 22 personas, en su mayoría jóvenes, cuyo único anhelo era servir a Dios sembrando una nueva congregación en esta enorme y siempre necesitada Ciudad de México; Dios lo hizo absolutamente todo, solo por su superabundante gracia y misericordia y porque Él es fiel y no puede negarse a sí mismo, y cuando inocentemente y sin saber todas las implicaciones decidimos ir y hacer discípulos para Cristo, sencillamente Dios movió su mano a nuestro favor en consecuencia al corazón dispuesto que vio en sus hijos.

Por favor, que quede claro en sus mentes y corazones, la gracia de Dios no ha sido en vano para con nosotros, antes hemos trabajado mucho y logrado muchas cosas; pero no nosotros, sino la gracia de Dios en nuestra congregación, porque con amor eterno nos ama.

Finalmente, ahora que llegamos a este 30 aniversario, y casi saliendo de dos años de pandemia, una nueva década se presenta ante nosotros, una nueva etapa donde la visión de la Iglesia Bíblica de Jesucristo se renueva, regresando a nuestras raíces teológicas y fortaleciéndolas con los fundamentos doctrinales que han pasado la prueba del tiempo en toda la historia de la iglesia, reconectándonos con los reformadores de la iglesia y construyendo nuestra propia reforma a nivel local; tomando lo mejor de la teología Bíblica evangélica y lo mejor de nuestra herencia carismática confiando en el poder y manifestación del Espíritu Santo en nuestras vidas, abandonando los excesos y manipulaciones del alma y dando libertad a los sentimientos puros que de nuestro corazón emanan, buscando, como dice la palabra, dar un culto racional a Dios, pero con todas las fuerzas de nuestro corazón, para que en todo esto Jesucristo continúe recibiendo totalmente el mérito, la gloria y el honor hasta el día de su venida, la cual esperamos con gran anhelo para estar presentes en ella y ser así su esposa por la eternidad.

No sabemos qué nos espera el porvenir, pero sí sabemos que son cosas muy buenas porque Dios va con nosotros y nos ha dejado claro, con la historia que hasta hoy Él mismo ha construido en nuestra congregación: que su Gracia y Misericordia nos acompañan y seguirán con nosotros todo el tiempo.

Dios te bendiga y gracias, muchas gracias por ser tan especiales y por formar parte de esta historia del pueblo amado de Dios.

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Alejandro Corzo

Pastor

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