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28 Marzo

Oración y humillación

Written by  Alejandro Corzo

“Después que oraron, el lugar donde estaban reunidos tembló, y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con valor.” Hechos 4:31 LBLA

La primera vez que leemos en la Biblia de la iglesia orando de manera colectiva, es en un momento donde las circunstancias no eran del todo alentadoras, a los apóstoles Pedro y Juan los habían arrestado y amedrentado para que no hablaran más del nombre de Jesucristo.

Estaban ahora atemorizados y preguntándose qué es lo que debían hacer. Es precisamente ahí donde deciden orar, pero su oración no fue para que no sufrieran, ni para que se detuviera la oposición, no fue una oración egoísta centrada en su conveniencia o comodidad. 

Su oración fue guiada por el Espíritu Santo para hacer lo correcto, se humillaron ante Dios, reconocieron su debilidad y suplicaron para que no dejaran de hablar acerca del Salvador y para que la grandeza  de su poder y las señales que respaldaran su palabra y su divinidad no dejaran de verse y muchos vinieran al arrepentimiento de sus pecados y fueran salvos.

Hoy necesitamos que la iglesia en sus casas oren igual, no una oración egoísta pidiendo que el sufrimiento se detenga, sino orar para que el propósito de Dios se cumpla en el mundo y su mensaje de salvación sea predicado, que las señales de su venida sirvan para que muchos se arrepientan y el mensaje poderoso de su verdad no deje de ser proclamado por todos los medios posibles a travez de su iglesia.

Una oración que haga que la tierra tiemble y aliente el corazón de sus hijos a ser valientes y no detenerse sin importar lo que suceda, una oración que mueva los corazones de los endurecidos, los incrédulos y muchos rindan sus vidas ante Jesucristo.

La oración correcta es orar y pedir para que Dios se manifieste, haga su voluntad perfecta y su nombre sea dado a conocer a travez de un pueblo que le ama, se humilla bajo su mano poderosa y no se avergüenza de Él. Esa es la oración que Dios también le enseño a Salomón 

que se hiciera cuando hubieran plagas y epidemias, una oración centrada en el Señor y no en nosotros, una oración que vuelva el corazón a Dios y no a nuestros propios caminos, ideas o prácticas, una oración pidiendo perdón y buscando dirección divina... Dios por su infinita misericordia hará el resto.

“Si cierro los cielos para que no haya lluvia, o si mando la langosta a devorar la tierra, o si envío la pestilencia entre mi pueblo, y se humilla mi pueblo sobre el cual es invocado mi nombre, y oran, buscan mi rostro y se vuelven de sus malos caminos, entonces yo oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.” 2 Crónicas 7:13-14 LBLA

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