Es muy recurrente entre nosotros los cristianos decir: “Dios es justo” y esta es una gran y absoluta verdad que rige no solo nuestras vidas, sino al universo entero. Curiosamente es más frecuente escucharla cuando en medio de algún problema, nosotros consideramos ser los ofendidos.
Usamos esta verdad para justificar un deseo de venganza en nuestro corazón y queremos que la persona que nos agredió física o emocionalmente pague por su error, y que todos sepan cómo se equivocó y que nosotros fuimos las víctimas. Estamos tan heridos que deseamos tomar la justicia por nuestra propia mano.
Actuamos impulsados por la ira y el dolor, y si no vemos que quien nos agredió está padeciendo a consecuencia de sus malos actos; nos desilusionamos y creemos que no existe justicia en la tierra, culpando a las autoridades o incluso a Dios mismo. Al pedir justicia en algún asunto lo hacemos pensando en que los inocentes somos nosotros, pero ¿será esto cierto? recordemos que no solo seremos juzgados por nuestros actos, sino también por nuestros pensamientos y corazón.
Quizás no podrás presenciar lo que sucederá con aquellos que te lastimaron, tu parte en ello es perdonar y dejar en manos de Dios, Él actuará conforme a su perfecta voluntad.
Recuerda que la justicia de Dios no se dará de la forma que tú deseas o en el tiempo que esperas. Sólo Él es justo y sabe cómo dar a cada quien lo suyo. Jesús nos invita a hacer todo como Él nos lo ha enseñado, y Él nos ha mostrado el camino de la justificación.
Jesús mismo fue ofendido, despreciado y asesinado; sin defenderse en sus propias fuerzas, argumentos y tiempos, aún Él se ha sometido a los tiempos del Padre. Ante el mundo Jesús sigue en esa posición de menosprecio, esperando el tiempo en que se manifestará justificado ante el mundo por el Padre, para terror de los que lo despreciaron y desecharon.
No pierdas el tiempo tratando de cumplir tu justicia en tu tiempo, perdona y que sea Dios quien dé el veredicto, en el día de nuestra Justificación.