En algún momento de la vida del apóstol Pablo, fue encerrado contra su voluntad junto con su compañero y amigo Silas, en aquel encierro incomodo, oscuro y frío, ellos decidieron tener una actitud de libertad y gratitud a Dios, aunque no era en lo absoluto apropiado y pareciera contradictorio, ellos decidieron adorar y cantar alabanzas a Dios.
Pudieron quejarse, malhumorarse, deprimirse, preocuparse, llenarse de temor, cantar pero a su desgracia y dolor, y seguro muchos los hubieran justificado, dándoles la razón...
Pero eso no sucedió, ellos cantaron a Dios, glorificaron su nombre y le atribuyeron propósito divino a todo lo que ocurría en ese momento de sus vidas.
Que importante es la actitud ante cualquier situación, es la actitud que denota la fe, la confianza y la convicción de quien es nuestro Dios.
Hoy el mundo espera que los hijos de Dios tengan esa misma actitud de adoración sin importar el tiempo presente o lo que pueda venir el día de mañana, la iglesia tiene que cantarle a su Creador, a su salvador, a su Señor.
Y la verdad es que el encierro que hoy se nos pide no es en un lugar frío, apartado, oscuro y con las manos atadas a un cepo; es en nuestras casas, con nuestras familias, con la comodidad de nuestra cama, nuestra sala, nuestro baño, nuestra señal de WiFi.
Así que cantemos, que suenen alabanzas en nuestros celulares, en nuestras televisiones, en nuestras computadoras, en nuestras redes sociales, pero aún más importante en nuestros labios y quien sabe, quizá Dios envíe terremotos para sacudir los corazones de los incrédulos, y muchos en medio de su encierro, no sólo físico sino espiritual, sean salvos.
