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11 Mayo

La Ley moral de Dios

Written by  Alejandro Corzo

 “No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros; porque el que ama a su prójimo, ha cumplido la ley... El amor no hace mal al prójimo; por tanto, el amor es el cumplimiento de la ley.” Romanos 13:8, 10 LBLA

Un entendimiento profundo que tenía la iglesia del principio era la doctrina del cumplimiento de la ley moral de Dios.

Entendían que la ley moral de Dios está expresada en los 10 mandamientos, aunque es eterna al ser la demostración del carácter mismo del Señor.

Entendían que la ley moral de Dios depende de los dos grandes mandamientos que Jesús afirmó: Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo.

Entendían que Jesucristo había cumplido toda la ley y por lo tanto el juicio contra el pecado había sido pagado en su sangre.

Entendían que el cumplimiento la ley no es una obligación o una carga para llegar a ser salvos, sino una guía, una consecuencia de aquel que ha sido salvado, perdonado y redimido por Cristo.

Por lo tanto, modelaban en su conducta y forma de vida el cumplimiento de la ley moral de Dios, mostrando al mundo que Jesucristo era su máxima prioridad y objeto de adoración, y se esforzaban por permitir que el Espíritu Santo les auxiliara en el amor al próximo.

La iglesia de hoy está llamada a poner a Dios como lo primero en su vida, modelando en su carácter y vida diaria la ley moral de Dios mostrando empatía hacia su prójimo: Honrando y perdonando a los padres (Honra a tu padre y a tu madre), buscando la paz y evitando la violencia (No matarás), cuidando la familia y siendo fieles en sus matrimonios (No cometerás adulterio), respetando el derecho y la propiedad ajena (No robarás), no mintiendo y hablando verdad en todo asunto (No dirás falso testimonio), siendo agradecidos y teniendo contentamiento con lo que tenemos de tal manera que podamos ayudar o compartir con otros (No codiciarás).

La iglesia de hoy debe saber que está llamada a cumplir la ley de Dios, no como obligación, sino como un privilegio y oportunidad de dar a conocer el amor de Dios, que somos sus hijos y así, muchos más, puedan ser rescatados por Jesucristo de su maldad, perdonados en sus pecados y alcanzar la vida eterna. 

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