“Y levantándose uno de ellos, llamado Agabo, daba a entender por el Espíritu, que ciertamente habría una gran hambre en toda la tierra. Y esto ocurrió durante el reinado de Claudio." Hechos 11:28 LBLA

La iglesia del principio contaba con profetas. El profeta en medio de la iglesia de los hechos no era un adivino del futuro, ni un iluminado, mucho menos un ministro controlador de las vidas con sus palabras llenas de condenación o encanto. Eran predicadores, fundamentalmente eso, predicadores guiados por el Espíritu Santo para dar palabra que edificará, consolará, exhortará y guiara al pueblo de Dios. A diferencia de los apóstoles que levantaban iglesias y las afirmaban en los fundamentos de la doctrina de Cristo, los profetas eran ministros que con voz valiente alentaban al pueblo y advertían acerca de cómo caminar ahora como cristianos en medio de un mundo de tinieblas.

Agabo era uno de estos predicadores que con sus mensajes y dones de discernimiento, ciencia y sabiduría, alertó a la iglesia sobre peligros que vendrían.

Hoy también hay predicadores que desde los púlpitos, libros o ahora por los medios digitales, predican palabras de consuelo, aliento, exhortación y advertencia a la iglesia. Que nos advierten del pecado, la apatía, las falsas doctrinas y los peligros que en el mundo tendremos. Son predicadores como antorchas en medio de la oscuridad que traen luz con el poder de la palabra de Dios y la dirección del Espíritu Santo.

Aprendamos a reconocerlos y atender el mensaje de Dios que traen consigo. Un predicador como Agabo, siempre dará gloria a Dios y no así mismo y siempre estará fundamentado en la palabra profética más segura, la Biblia, y partiendo de ahí traerá dirección a Su iglesia.