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30 Mayo

Compartiendo con la iglesia

Written by  Eusebio Olvera

“Todos los que habían creído estaban juntos y tenían todas las cosas en común; vendían todas sus propiedades y sus bienes y los compartían con todos, según la necesidad de cada uno.” Hechos 2:44-45

Las situaciones de crisis generalmente hacen evidentes las vulnerabilidades de los más frágiles, es común que las desigualdades de la realidad social expongan a los más vulnerables y a alguien le toca velar por que sus necesidades sean atendidas.

El pueblo de Dios se ha caracterizado por demostrar el amor hacia su prójimo al apoyar en tiempos de crisis a los más necesitados, sin importar las posibles diferencias que cada uno pueda tener, en la biblia encontramos el caso de José que recibe a sus hermanos en desgracia tras sufrir una fuerte hambruna y lejos de las pruebas a las que somete su corazón (propio y el de su parentela), a pesar de los conflictos internos, las dudas y la ruptura que llega a generar la distancia en tiempo y vínculos, finalmente se muestra misericordioso y ayuda a resolver las penurias de sus familiares. Tras la ausencia y el largo tiempo sin ver a anciano padre y a los suyos, por fin pide que estén cerca de él para que sean atendidas su necesidades, les amaba y necesitaba sentirse amado por ellos.

Esta historia se repite de continuo, en el pasaje de Hechos, la iglesia nueva o los creyentes en Cristo estaban juntos, aún no estaban escondidos o resguardados en catacumbas, como hoy lo hacemos en nuestras casas, pero en la fe y amor, de lo que tenían compartían y lo ponían en común; aquí se habla de bienes y propiedades ¿tienes algún bien o propiedad (comida, ropa, dinero, objetos, etcétera) que puedas compartir con tus hermanos que viven vulnerabilidad en esta pandemia? En amor y la fe, compártelo.

¿No tienes?,  tampoco Juan y Pedro tenían cuando se encontró frente a la necesidad del paralítico de la Hermosa, primero lo miraron fijamente para saber con quién trataba, después, pidió que les mirara; posteriormente  no se detuvo para ser generoso, el paralitico pedía una limosna, pero recibió más. Este siervo de Dios de tenía claridad sobre su realidad y fue muy puntual, “no tengo oro ni plata, pero lo que tengo, te lo doy en el nombre de Jesucristo”. ¿qué podrías otorgar en el nombre de Jesús a tu hermano el necesitado?, ¿tiempo? ¿una llamada? ¿un mensaje de consuelo? ¿una oración por su vida o persona? ¿un poco de consuelo?

Ambas posturas son valiosas y bíblicas, sin embargo, te invito a que también actúes como señala Pablo, ¿la fe sola, se aprovecha sin obras?, anhelo que tras esta terrible pandemia, conjugues la fe con actos que atiendan directamente la necesidad del que se quedó  sin trabajo o sustento, del enfermo, del que está solo, del anciano, de los más vulnerables ante esta hecatombe humana; pues todos como iglesia, tarde o temprano estaremos otra vez juntos y ruego al Señor que cuando eso suceda, no nos falte ninguno y podamos seguir compartiendo a todos.  

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