Todos los seres vivos necesitamos satisfacer nuestra sed.
Por naturaleza el ser humano busca satisfacer su sed con cosas temporales, y su alma se siente tranquila por un momento, pero este placer es efímero. Es querer caminar en el desierto sin rumbo y sin conocer la ubicación de un manantial, tarde o temprano su suministro de agua se agotará.
Dios desea satisfacer nuestra sed severa e intolerable de forma permanente.
Todos los varones y mujeres de la tierra deberían tener la necesidad, el deseo y el anhelo de saciar su sed de forma permanente. Pero no buscan a Dios y continúan en su camino lleno de intranquilidad, tristeza y agitación. Dios busca reconciliarse con el hombre y satisfacer su sed.
El apóstol Juan nos narra como Jesús, se acerca y le pide agua a una mujer de Samaria, podemos intuir que esta mujer tenía sed e iba todos los días al pozo. Jesús había planeado una cita con la samaritana para hacerle un regalo “el agua de vida”. Humanamente la mujer observa que Jesús no tiene un recipiente para sacar agua. Cuando Cristo se le revela ella ve el regalo de Dios para saciar su sed de forma permanente y le da cuentas de su vida a Jesús.
Solo Jesucristo puede quitar nuestra sed de forma continua, y nos encomienda compartir del agua de este manantial con los sedientos.
Iglesia de Jesucristo, te exhorto a que de todo corazón busques cada día la presencia del Creador y Soberano Dios, dando cuentas de tu vida en oración, dedicando un tiempo para la lectura y el estudio de su palabra, meditando en pasajes bíblicos y practicando el ayuno, para que haya en ti el manantial de agua viva.
