La santidad bajo ningún concepto significa perfección, sino apartado. Así entonces la iglesia Santa es aquella que ha sido amada, escogida y apartada para Cristo.
La iglesia siempre ha tenido esto como un máxima de su doctrina y su forma de vida. Somos apartados por la Gracia de Jesucristo que nos escogió de entre todos para darnos vida eterna, y ahora, como consecuencia de haber sido santificados nos santificamos nosotros mismos para la Gloria de Cristo.
Siempre será tiempo de hacer la diferencia, y la santidad es el factor clave para que el mundo sepa y vea a Cristo en nosotros, ya que el apartarse para Cristo es vivir de manera diferente entre los de afuera, y no se refiere a ser ermitaños u hostiles, sino a tener valores de vida y de conducta dirigidos por El Espíritu Santo y su palabra, de tal manera que nuestra santidad sea el reflejo de amar a Dios, cuidando su ley moral luchando contra el pecado, y amar a nuestro prójimo respetándolo y ayudándolo.
La santidad no es ser mejor que los demás, sencillamente es saber quien es nuestro dueño, a quien pertenecemos y tener gozo en nuestra vida por ello, lo cual nos llevará a vivir dirigidos por aquel mismo que nos escogió y reflejar lo más claramente posible que somos de Él.
Entonces la iglesia es santa, escogida por el Padre desde la eternidad; conformada por los santos que el Hijo salvó y cubrió con su sangre; para ser santificados por el poder del Espíritu Santo que nos ayuda en nuestra debilidad.