“Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.” Hechos 21:8-9

Dios quiere que seamos luz en medio de la oscuridad, pero esa oscuridad sin duda puede entrar a nuestro hogar. Hoy como fue en la iglesia del principio debemos pedirle al Señor dirección para ser luz también para nuestra familia.

Felipe, el instrumento que Dios usó para evangelizar exitosamente en Samaria, que predicó al Etíope con gran eficacia y llevo el evangelio a otras regiones, a pesar de estar ausente del hogar por su labor evangelística es obvio que supo cómo manejar su rol de padre, a lo que con toda seguridad su esposa colaboró de manera excepcional, el relato dice que sus cuatro hijas profetizaban, es decir, sus hijas conocían la palabra y hablaban de ella exhortando, consolando y edificando a los demás.

Todos los padres somos llamados a ser los evangelistas de nuestras familias. De todo lo que una apretada agenda pueda tener, de todo lo que el trabajo, los compromisos diarios y aun el servicio para Dios nos pidan ¿qué es lo más importante?

La Biblia nos llama a ser proveedores de nuestra casa, pero no solo la provisión del pan natural, sino con mayor importancia del pan de vida eterna. Es en nuestra casa donde la luz del evangelio tiene que brillar primero. Orando todos los días y dandole relevancia a la palabra, pero sobre todo, que alumbre a travez de nuestro carácter modelando a Cristo en nuestro comportamiento, manera de hablar y trato. Felipe demostró que sí es posible. Oremos para lograrlo.

“Pero si alguno no provee para los suyos, y especialmente para los de su casa, ha negado la fe y es peor que un incrédulo.” 1 Timoteo 5:8 LBLA