“No hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús.” Gálatas 3:28 LBLA

El ser humano siempre ha hecho diferencias, raciales, etnicas, sociales y de género, en toda la historia. Sin duda esto es también parte de las consecuencias de la caída de Adán y Eva y la entrada del pecado en el mundo. Hablar de discriminación o favoritismo por la apariencia, el color de la piel y los rasgos que existen entre las personas es un tema amplio, importante y, ademas, actual, tanto, que aún esto Jesucristo vino a restaurarlo.

La iglesia del principio fue enseñada de manera abundante sobre no hacer acepción de personas, sino aceptarse, amarse y ayudarse mutuamente como Dios lo hizo con nosotros; despreciar a alguien por las diferencias que pueda tener en comparación con nosotros es muestra de maldad y falta de misericordia, por ello se hace urgente en medio de una sociedad tan polarizada ser firmes en la enseñanza y ejemplo que tenemos de la iglesia del primer siglo de no discriminarnos, primero como hermanos en la fe, y luego, como seres humanos con la esperanza de que esto aporte a la salvacion de muchos, no importando cuán distintos sean en apariencia.

Desde el Antiguo Testamento Dios nos enseña que lo que Dios aquilata es el interior y la intención del corazón. Hoy el Espíritu Santo por su palabra nos exhorta a hacer lo mismo. Son las personas las que hacen las diferencias entre unos y otros, por lo tanto, como creyentes, si en algún momento hemos actuado de esta manera sería el momento indicado para cambiar esa manera de ver a los demás.

1 Samuel 16:7 Y Jehová respondió a Samuel: "No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón."

Agradezco al hno. Jorge Salas de la Iglesia de Jesucristo Monte del Señor por permitirme tomar ideas de su publicación sobre este tema en Facebook para este articulo.