“para hacer cuanto tu mano y tu propósito habían predestinado que sucediera.” Hechos 4:28

La gran doctrina de la Predestinación tiene origen en el glorioso plan realizado por nuestro Dios Trino desde la eternidad pasada, donde se estableció que la salvación y redención del hombre sería solo y solamente a travez de Jesucristo. Esta enseñanza nos muestra la gran misericordia y gracia de Dios por nosotros.

Con eso en mente debemos entender que así como Jesucristo fue predestinado, de la misma manera la iglesia, es decir su cuerpo, también es predestinada.

Cada uno de nosotros que hemos venido a la Salvación por Jesús, fuimos conocidos, amados, llamados, justificados desde la preexistencia, y seremos llevados a Su gloria en el día de Cristo. Por ello tenemos confianza en que aquel que comenzó en nosotros la buena obra, también la terminará. Es un aliento y esperanza saber que en medio de nuestras luchas y debilidades Su Espíritu Santo trabaja en nosotros para que se cumpla Su plan.

Como la iglesia primitiva al entender esto fue movida a amar más, santificarse, comprometerse y consagrarse para predicar con su propia vida la realidad de haber sido escogidos desde antes de la fundación del mundo, así la iglesia de hoy debe tener claro con cuán grande y eterno amor hemos sido amados y caminar consecuentemente a nuestro predestinado llamado.

“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a esos también llamó; y a los que llamó, a esos también justificó; y a los que justificó, a esos también glorificó.” Romanos 8:29-30 LBLA