Dios tiene poder sobre toda enfermedad y el sana como y cuando El quiere. Esta verdad la sabían, la predicaban y practicaba la iglesia del principio.
Múltiples sanidades acompañaban la predicación del evangelio. Si creemos en el Dios de la Biblia entonces la iglesia de hoy también cree esto. Y aunque no estemos precisamente cerca para imponer manos, podemos orar y levantar la voz pidiendo la intervención de Dios para llevar sanidad a nuestros hermanos y amigos.
Cuando el mundo se cierne en desconfianza y miedo ante una enfermedad global, el pueblo de Dios confía en que, aún cuando podamos ser alcanzados por la enfermedad, nuestra vida está en Sus manos y Él es poderoso para sanarnos de toda fiebre y virus que tengamos.
Como los habitantes de la isla de Malta vinieron a Pablo y fueron sanados, así vengamos a Jesucristo, pongamos en el nuestra vida y nuestra confianza y Él, sí quiere, nos sanará.
“... un leproso se le acercó y se arrodilló delante de él. —Señor —dijo el hombre—, si tú quieres, puedes sanarme y dejarme limpio. Jesús extendió la mano y lo tocó. —Sí quiero —dijo—. ¡Queda sano!” Mateo 8:2-3 NTV