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01 Mayo

La meditación bíblica

Written by  Alejandro Corzo

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” Filipenses 4:8 RVR1960

La exhortación del apóstol Pablo a la iglesia del primer siglo era a meditar. Mucho escuchamos de orar, ayunar y leer la palabra, y hay que ser disciplinados y abundar en ello; pero nos olvidamos de una practica que el Antiguo Testamento recomienda en muchos pasajes, y que la iglesia, a lo largo de la historia, aprendió a realizar y esto es la meditación.

La meditación es poner nuestro pensamiento en la palabra de manera concentrada y hacernos preguntas para profundizar en el propósito de Dios. Recibiendo como resultado mayor fortaleza espiritual, crecimiento en la fe y afirmación en nuestras convicciones como Hijos de Dios.

Los cristianos puritanos del siglo XVII y XVIII escribieron bastante sobre como hacían esto, y dentro de sus recomendaciones estaba buscar un lugar y momento tranquilo y solitario, bien puede ser caminado por un parque, o sentado en tu confortable sofá, o en lo secreto de tu habitación, y ahí, respirando profundo para lograr tener mayor calma física y mental, decir el pasaje de la biblia en voz alta para que tu atención esté más plena en el, y repetirlo varias veces para luego, comenzar a preguntarte (verbal o mentalmente) cosas como: ¿que quiso decir Dios en este pasaje?, ¿que enseñanza o doctrina me muestra?, ¿que mensaje hay para mi vida?, ¿como puedo aplicarlo y ponerlo en practica?, ¿como puedo encontrar a Cristo en el?, ¿como puedo glorificar a Dios con lo que este pasaje me enseña? etc.

La meditación también puede ser sobre temas que la palabra nos enseña como relevantes y profundizar nuestro pensamientos en ello, tales como la familia, la adoración, el amor al prójimo, la batalla contra el pecado, la búsqueda de la santidad, la mayordomía cristiana, la verdadera adoración, entre muchos asuntos que la palabra nos enseña y que como cristianos podemos profundizar.

El secreto está en hacerlo como un ejercicio para nuestra salud espiritual donde busquemos disciplinarnos, darle un tiempo específico y ser constantes.

“Dulce será mi meditación en Él; yo me regocijaré en Jehová.” Salmos 104:34 RVR1960

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